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YELLOW MAGIC ORCHESTRA: MÚSICA PARA LAS MASAS

22 de mayo de 2011

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Technodelic                                                                                                                      (Alfa Records, 1981)

Yellow Magic Orchestra-01

Penetrar en el espíritu de una cultura foránea es siempre un reto complicado, máxime si aquella y la propia se hallan casi insalvablemente separadas por las constantes de tiempo, espacio y naturaleza/esencia. Debe ser por eso que los japoneses lucen tan plásticamente naif cuando empiezan a encarar manifestaciones pop occidentales (descontando a la apocalíptica escena ruidista ponja, encabezada por el tremendo Masami Akita aka Merzbow).

Yellow Magic Orchestra-04Yellow Magic Orchestra no fue la excepción. Pero después de un puñado de placas -a destacar el debut epónimo (Alfa Records, 1978) y BGM (Alfa Records, 1981)- en las que fueron puliendo(se) los contornos, los triates ascienden a un nivel superior de la mano de este Technodelic. Y es que, si en ocasiones anteriores, Ryuichi Sakamoto (voz y teclados), Yukihiro Takahashi (batería) y Haroumi Hosono (bajo) maceraban la música electrónica usando matices orientales tradicionales, sobre los hombros de los gigantescos Kraftwerk; en este disco, esa aleación se estiliza, produciendo resultados tan notables como perdurables.

Technodelic despega con “Pure Jam”, montándose sobre un ritmo entre motorik y tempraneramente kraftwerkiano -“Ballet”, que aperturaba el BGM ese mismo año, hacía otro tanto. Sin embargo, es con “Neue Tanz” que se abre el segmento más interesante de la entrega: “Neue...”, así como los subsiguientes “Stairs” y “Seoul Music” -otro momento technopop espectacular-, se construye sobre patrones rítmicos deudores del inmortal “Trans-Europe Express” de los robots de Düsseldorf. Copados de un aliento proto-industrial, de drum machines violentadas por homo freaks y de arreglos “étnicos” cincelados sobre sílabas cadenciosamente loopeadas; éstos son los temas que mejor ilustran la tecnodelia vagamente afrofuturista a la que parecen apuntar estos hijos del Sol Naciente.


El instrumental “Light In Darkness”, con su potente línea jazzeada de bajo, marca el punto de inflexión. En adelante, la terna considera saldado su agradecimiento a Kraftwerk y opta por mirar hacia adelante: para esas fechas, el ritmo mecanizado de esos eternos alemanes corría como un virus hacia el pop, y ello posibilita el surgimiento de la new wave, que también ayudaría a cimentar YMO con números del calibre de “Gradated Grey”, “Taiso” y especialmente “Key” -decididamente electro 80s, influencia directa para el primer Depeche Mode (debió ser single de cabecera de Vince Clarke y Martin Gore) y cuyos beats podrían haberse prestado tranquilamente para rutinas breakdance.


En la edición japonesa del Technodelic, los kanjis correspondientes a “Seoul Music” representan en realidad la palabra coreana “Gyeongseong” (“Keijou” en japonés), nombre que recibía Seúl cuando Corea se encontraba bajo dominio nipón. Sin perder ese irónico sentido del humor, pero sonando más distante y minimal, la Mágica Orquesta Amarilla ha mantenido su vigencia en el Tiempo, gracias a ésta y otras jornadas. Por algo Mark Bell dedicó el Frequencies (Warp Records, 1991) de LFO a, entre otros, este talentoso terceto.

Yellow Magic Orchestra-05

PD: Ahora que el álbum póstumo Michael (Epic, 2010) hace las delicias necrofílicas de los fans del ‘Jacko’, conviene recordar que uno de sus canales, “Behind The Mask”, es una versión de los YMO -aparece en el Solid State Survivor (Alfa State, 1979). Jackson le había pedido permiso a Ryuichi Sakamoto -ganador del Oscar a mejor banda sonora en 1987 por The Last Emperor de Bernardo Bertolucci, junto al chino Cong Su y al gran David Byrne- para grabarla añadiendo su propia letra. Esta relectura, destinada a aparecer en el multipremiado Thriller (Epic, 1982), no llegó a publicarse; acaso porque el productor Quincy Jones se olió que no pegaba con el resto del trabajo. En realidad, el cover no es la gran cosa, pero al menos sirve para comprobar que alguien conocido como “El Rey Del Pop” no podía tener los oídos tan obturados.


Hákim de Merv


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