BOSS HOG: PUNK ANTES DE LA EXPLOSIÓN BLUES

29 de noviembre de 2013

 

Drinkin’, Lechin’ & Lyin’ EP
(Amphetamine Reptile, 1989)
Boss Hog
(DGC, 1995)

Se dice mucho de conciertos que inspiraron a otros músicos a formar sus propios grupos. Que sirvieron de encuentro para que dos personas, en ese momento perfectos desconocidos el uno del otro, confluyan e inicien una travesía sónica sin vuelta atrás. Cuenta la leyenda que Jon Spencer y Christina Martinez se conocieron en un concierto de The Jesus And Mary Chain allá por el ‘85. Aquel show en Washington DC sería el inicio de una de las parejas más interesantes de la escena rockera underground de los Estados Unidos. Mira tú...

No somos ajenos al cimbreante derrotero del buen Spencer: su recordado paso por los básicos Pussy Galore, y la excitante aventura que significó The Jon Spencer Blues Explosion (ya revisada en estos mismos bytes). Boss Hog, cuyo nombre guiña cómplice al villano de la serie The Dukes Of Hazard, es una raya más en el inquieto recorrido sonoro del buen Jon, un proyecto que incluso se inició cuando aún Pussy Galore se mantenía en actividad. Su status de “side project” mutó a trabajo completo una vez que las peleas internas en PG deshicieran inevitablemente a la banda.


Luego de algunos sencillos, Spencer y Martinez se presentan por fin en formato EP contando con Charlie Ondras de la banda hardcore Unsane y Jerry Teel de Honeymoon Killers (donde militase alguna vez Christina), además de Kurt Wolf, colega de los Pussy. Titulado Drinkin’, Lechin’ & Lyin’, el extended los muestra en un estado crudo y agresivo, características que incluso se manifestaban en sus míticas presentaciones en vivo (Martinez tocó totalmente desnuda en su primera presentación en CBGB’s, además de aparecer sin ropa en la portada del disco -todo un trademark).


La propuesta plasmada en Drinkin’... es un rock’n’roll básico, sucio y casi deliberadamente mal tocado -y, sobre todo, registrado, como puede dar la impresión el primer tema del EP, “Trigger, Man”; con una percusión protagonista durante los segundos iniciales y la guitarra de Spencer rasgando las cuerdas para luego desembocar en un estruendo de riffs y gritos de su esposa, ideas que se repiten en “Pull Out”, ahondando aquí en los aullidos guturales de la pareja.

La rudeza y lo desprolijo de la producción se mantiene en el resto del extended, como en “Spanish Fly”, en donde se superpone un grabación pasada la mitad del tema... Pero luego asoman ‘mejores’ tracks como “Sugar Bunny” y el cierre “Fix Me”, canciones vibrantes, donde la tensión entre Spencer y Martinez queda mejor ilustrada.

Para 1995, un nuevo disco de Boss Hog sorprendió a muchos. Sobreponiéndose a la muerte por sobredosis de Charlie Ondras cuatro años atrás, este larga duración autotitulado es el primero para un sello grande (hay que contar entre ambos hitos el disco Cold Hands, 1992, y el mini-LP Girl +, 1993). En esta ocasión, Martinez aparece en carátula dibujada como una suerte de Morticia punk, siempre insistiendo en sus desaliñadas vidas marcadas por el sino de los excesos. Sin embargo, musicalmente es mucho más directo y pulcro que el EP comentado líneas arriba, sin por ello abandonar la concisión (15 temas, 40 minutos).


Boss Hog es un disco de marcada impronta bluesera, y esa cadencia propia del género impregna todos los tracks, aunque pasando siempre por el tamiz de los Stooges y lo más belicoso que le hayas oídos a los Rolling Stones. El primer rasgo notorio del álbum es el protagonismo de Christina Martinez, su voz ahora lleva gran parte del peso interpretativo en todo el disco y da la talla completamente, con una virulencia que ya quisieran para sí punkekes de cuero y cadenas. Esto, sumado a la pericia guitarrera de su marido, que no es un virtuoso pero sí hábil manejando el feedback y acordes; ofrece un cóctel rudo, ruidoso, y muy original (¿recuerdas a alguien más que haya usado una impresora como instrumento en alguna canción?, ahora escucha “Strawberry”).

La testosterona (!) de Martinez ruge desde el arranque con “Winn Coma”, de sonido hard-rockero más pulido que lo que se les había degustado antes. “Sick” mantiene esa ruta, siempre tratando de que tus parlantes no se queden sin bulla que emitir. Los mejores momentos se los disputan “Ski Bunny” y “Green Shirt”, los cuales se encuentran uno tras otro en el disco, y que tratan de mantener esa vibra de rock’n’roll old school -temas que no pasan de los 2 minutos y cuyo impacto está garantizado. Su actitud punkeke es innegable, a pesar de mezclarla divertidamente con mucho de rockabilly y funk.


“I Dig You” es una pieza rara, casi acalipsada, que nos devela un peculiar mano a mano entre Jon y Christina, él diciéndole “I Dig Your Groovy Hips!” y ella respondiéndole “I Dig Your Barbequed Lips!”, además de algún beso volado por ahí y algunas alusiones a su pene que no tengo por qué repetir. La cosa se pone más virulenta a la mitad del álbum con “What The Fuck” y “White Sand”, apoyados en riff densos e interpretaciones amenazantes (¿cuántas canciones de White Stripes habrán salido de acá?).


De pronto, la joyita del disco dice presente, en forma de un cover de Ike & Tina Turner (!!!): “I Idolize You”, una delicia de principio a fin. La sorpresa final llega con “Texas”, pieza construida sobre un arreglo de piano y acompañamiento de cuerdas, mientras Martinez se deshace en una interpretación tortuosa que sobrevive a la enrevesada conclusión del surco, como para justificar su caricatura de portada.


Spencer ha probado ser muy versátil y sobre todo, muy entretenido al momento de entregarnos un nuevo episodio sonoro, tratando de hacer música con la perfecta cantidad de intrepidez y creatividad. Su encarnación como Boss Hog tiene muchos de estos momentos, y si crees que su Blues Explosion no tiene más que ofrecer, pues bien puedes dar una vuelta en U y repasar estos instantes de combustión rockera. No será para nada ningún retroceso, créeme.

Cristhian Manzanares


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