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EL SONIDO DE LA CRISIS: BACK TO PERÚ -O UNA HISTORIA DEL ROCK Y LA ELECTRÓNICA DE SABOR NACIONAL- (PARTE 1)

2 de noviembre de 2012

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INSTRUCCIONES DE VUELO
PARA MELÓMANOS Y TEMPONAUTAS


I

Es más que justo plantearse decenas de preguntas alrededor de un proyecto -bautizado sampleando el título de un texto ya existente del crítico Luis Alvarado- que intenta compilar 55 años de rock y electrónica en un país como el nuestro. Y suele ocurrir que las primeras de ellas asoman ni bien se termina de escribir oraciones como la anterior. Siendo el Perú una de las naciones más “displicentes” del planeta -léase de las de identidad más fragmentaria y conflictiva (a duras penas mejor en ese aspecto que el promedio de sus contrapartes africanas)-, y además signada por un perfil "melómano" aplastantemente tropical-andino; ¿qué relevancia tiene para nuestro “acervo cultural” una tradición rockera/electrónica que con las justas sobrepasa el medio siglo? ¿Acaso es lo suficientemente alta como para invertir seis meses de paciente selección/recolección/investigación en un trip de 81 horas y media, 1200 temas que se presumen “representativos”?

La primera interrogante podría responderla cualquier transeúnte común con una palabra: cero -o casi cero. Para responder la segunda, a ese mismo transeúnte le bastaría un escueto “no”. Hoy por hoy, el rock y la electrónica viven sendas crisis de creatividad, acaecidas con el cambio de milenio y de las que aún no se perciben salidas a tiro de piedra. Hay grupos bastante rescatables y razonablemente cumplidores, pero los jodidamente extraordinarios y cruciales andan casi extintos. Y si ésa es la situación en el plano internacional, del plano local ni siquiera deberíamos hablar (siempre según el mismo transeúnte). Podría postularse, entonces, que son otras las razones que han servido de combustible a este ejercicio -y aún así, los resultados se dan maña para contradecir las respuestas tan a la ligera barbotadas hace un momento.


Sin mayores aspiraciones, empecé esta reconstrucción de la historia del rock y la electrónica peruanos porque quise tener en mi reproductor MP3 aquellos números nacionales que me gustaban. También, porque suelo compartir este tipo de florilegios sonoros con algunos amigos cercanos. Pero, sobre todo, empecé porque alguna vez le quise pasar cosas nativas a  mis camaradas Leny Fernández y Sebastián Pimentel,  y  me  chotearon  arguyendo  que no querían llevarse un chasco -lo que comporta un juicio en exceso peyorativo acerca de los grupos y solistas coterráneos (severidad que no comparto pero entiendo). Básicamente, fue ése el pistoletazo de salida.

La siguiente andanada de preguntas indagaría por los criterios utilizados para la selección y ordenamiento de semejante “constelación”. ¿Por qué tantos? ¿Por qué unos sí y otros no? ¿Por qué una numeración histórica, y no un cóctel todos-contra-todos?

Dado que estamos hablando de un arco de tiempo que supera las cinco décadas, y que además cubre una inmensa gama de subgéneros y tendencias, me decidí por una presentación que mezcle los enfoques cronológico y estético. Previsiblemente, se empieza por lo más antiguo y se acaba por lo más reciente -pero ello no impide que bandas relativamente recientes como Los Protones, Comfuzztible y Manganzoides, que abrevan con fruición en el instro-garage-surf-beat de la segunda mitad de los 60s; se acomoden en la sección correspondiente. Una situación similar a la de Nudo De Espejos (formación que aleaba prog rock, psicodelia, ramalazos de kraut) y Wreck (punk a secas), que iniciaron andanzas en el 2001 y se hallan ubicados respectivamente en las cuadras progre y punk. Vertebrar un recuento que intercale al azar edades y estilos no es aconsejable ni siquiera para aquellos que mal que bien conocemos los intrilingüis del rock y la electrónica locales. Con sus pros y contras, sugiero acatar el orden prescrito. En cualquier caso, no hay sino que elegir la opción “random” del reproductor para obviarlo.

(Por cierto, en realidad son 50 los años cubiertos, no 55. Todas las fuentes enteradas coinciden en señalar al mini LP epónimo de Los Millonarios Del Jazz como la primera referencia rockera bajo estos cielos -verano de 1957-. No les incluyo porque sus cuatro surcos están grabados en inglés, tres de ellos son covers, dos de sus cinco integrantes no eran peruanos, y hasta ahora nadie se ha dado el trabajo de digitalizar decentemente ese mítico vinilo.)

En cuanto a por qué unos sí y otros no, confieso que se trata de una sencilla cuestión de gustos. Algunas veces, éstos coinciden con piezas reconocibles como paradigmas del buen hacer de nuestros músicos/no-músicos. Algunas otras veces, el escucha se verá gratamente sorprendido por la manufactura de canciones y/o instrumentales que desconoce. Pocas veces, eso sí, este compendio estará de acuerdo con la “versión Marca Perú” que de esta historia ofrecieron en algún momento los medios masivos: por fuera, una “comunidad” ingenuota e inicua; por dentro, parafraseando a Umberto Eco, una verbena de mala fe, zancadillas y excomuniones recíprocas.


Y es que, tras el golpe de Estado del general Juan Velasco Alvarado (1968), el rock dejó paulatinamente ser enfocado por radios y televisoras como lo que ha sido desde que superó su adolescencia rocanrolera: una fuerza incontrolable de desafío, irreverencia, renovación y vitalidad -un espíritu rebelde/trasgresor/exorcizado que no conoce de edades, que habla a los corazones jóvenes de cualquier década, desde una tradición propia forjada en el constante cuestionamiento de sí misma. En otras palabras, arte que se ha reinventado derribándose para reconstruirse, destruyéndose para reedificarse, sin olvidarse jamás de criticar el pretendidamente perfecto modus vivendi/status quo pregonado por la adultez. Ni qué decir de la electrónica, que recién abrió los ojos durante la segunda mitad de los 80s (y que en principio no reconoció el antecedente de la escena electroacústica peruana de los 70s, cuyas figuras señeras ya abandonaron este valle de lágrimas: Édgar Valcárcel, hace dos años, y recientemente César Bolaños).


 Acaso al dejar en claro que mi gusto particular ha dictaminado qué va y qué no va, acabo de desanimar al escucha a adentrarse en este universo. Acaso acabo de alentarlo. Consecuentemente, este Orbius Tertius de tiempos y sonidos es una suerte de espejo: dice algo de mí, y a través suyo disemino un buen cúmulo de ideas sobre lo que creo son el mejor rock y la mejor electrónica peruanos.

II

Existe otro sentido en el cual esta compilación es también una superficie refractaria. Para quien se haya consagrado al bizantino estudio del rock y la electrónica, sus orígenes y evoluciones; será evidente que la selección duplica el esquema patentado por sus pa(d)res del Primer Mundo. Quienes así lo consideren necesario, pueden agrupar los archivos de audio en la siguiente ronda de carpetas:

- 01 Instro-Garage-Surf-Beat: de “0001 Los Incas Modernos-Carnavalito” a “0058 Manganzoides-Musaraña”.
- 02 Garage Proto Psicodélico Y Proto Punk: de “0059 Los Sideral’s-Hippie” a “0102 Manganzoides-Ganímedes”.
- 03 Psicodelia, Fusión Latina Cosecha 70s Y Hard Rock: de “0103 Presidente Morsa-Sal Roja” a “0138 Laghonia-Mary Ann”.
- 04 Psicodelia Dura, Space Rock Y Heavy Rock: de “0139 Serpentina Satélite-Madripoor” a “0165 La Ira De Dios-5000 Años”.
- 05 Prog Rock -Trasvases Y Fusiones Ad Hoc-: de “0166 Frágil-Obertura” a “0193 Frágil-Oda Al Tulipán”.
- 06 Punk Y Hardcore: de “0194 Narcosis-Triste Final” a “0285 Punk Waro-Arde Ciudad Imperial”.
- 07 Post Punk: de “0286 Los Erizos-Rastrera” a “0300 Narcosis-Danza De Los Cristales”.
- 08 Dark-Gothic Rock: de “0301 Voz Propia-Hasta El Fin” a “0394 Voz Propia-Noventas”.
- 09 Ethereal Music, Noise Rock, Shoegazing Y Afines: de “0395 Catervas-Raros Presentimientos” a “0458 Fractal-Mis Lágrimas En Tu Rostro”.
- 10 Electrónica Pre-Detroit -Synthpop, Trance, E.B.M., Techno Industrial, Industrial Y Afines-: de “0459 Eléctrica De Lima-Hombre Antena” a “0570 Kyleran-Geometric”.
- 11 Metal, Grind-Noise, Crust-Core Y Afines: de “0571 Dios Hastío-El Odio Te Alcanzará” a “0590 Dios Hastío-Raza De Gusanos”.
- 12 Inclasificables Afines Al Metal Y Al Noise: de “0591 Retrasados De Hojalata-Hemingway” a “0604 Retrasados De Hojalata-La Máscara Del Demonio”.
- 13 Pop Rock 80s, 90s Y 00s: de “0605 JAS-Ya No Quiero Más Ska” a “0663: Madre Matilda-Manos Blancas”.
- 14 Rock Mestizo, Ska, Reggae, Dub, Lounge Y Fusiones Afines: de “0664 Delpueblo-Escalera Al Infierno” a “0735 Delpueblo-Posesiva De Mí”.
- 15 Funk-Core O Trash Hop: de “0736 Arfaxed-Stampas” a “0739 Extremo Sur-Ladra”.
- 16 Inclasificables Proto-Indie Rock: “0740 Camarón Jackson-El Hueco” y “0741 Santiago Pillado Y José Antonio Mesones-Mi Perro Poodle Tiene Pulgas Negras”.
- 17 Indie Rock: de “0742 Ertiub-Caricia Mental” a “0868 Plug-Plug-Bye Bye Lima City Rockers”.
- 18 Ambient Pop: de “0869 Ciëlo-Éste Es mi Avión” a “0924 Ciëlo-Transformador”.
- 19 Neopsicodelia: de “0925 Hipnoascención-Emoliente” a “0947 Hipnoascención-Retro”.
- 20 Post Rock Y Afines: de “0948 El Divino Juego Del Caos-...Es Una Puta Vía De Escape” a “1009 Evamuss-Xul”.
- 21 Electrónica Lo-Fi, Ruidismo Y Afines: de “1010 Wilder Gonzales Agreda-Sweet Oscillations” a “1081 Evamuss-Dí-Sol”.
- 22 I.D.M., Post I.D.M., Indietrónica (Y Algo De Trip Hop): de “1082 Silvania-Lunik” a “1142 Elegante-No Mates Más Toros Por Favor”.
- 23 Rocktrónica Y Dance: de “1143 Theremyn_4-Al Fin Te Encontré Mañana” a “1183 Theremyn_4-Escape En un Simulador De Vuelo”.
- 24 Drum’N’Bass O Jungle: de “1184 Luján-Dos Más” a “1200 Luján-Latin Drums”.

Evidentemente, no se trata de una secuencia lineal. Con sobradas reticencias, puede afirmarse que el rock y la electrónica observaron sucesiones de este tipo hasta la aparición del punk (1977) y los días de inextinguible gloria de Kraftwerk (curioso, también 1977), respectivamente. Luego de esos avatares, las (r)evoluciones paralelas se convirtieron en norma. Un árbol de muchas ramas representaría este devenir histórico mejor que el propugnado “mapeo” de files.

Así y todo, no deja de ser revelador que de este atlas de carpetas se desprendan a priori algunas conjeturas sobre el rock y la electrónica de estos suelos. Habiéndose considerado todos los dialectos de ambos lenguajes, es notoria la ausencia de apartados glam y disco, así como también la falta de un file consagrado al rockabilly. De igual modo, la electrónica ha sido segmentada en varias partes: una incrustada entre la carpeta ‘etérea/noise rock/shoegazing’ y la carpeta ‘metal/grind noise/crust core’, otra entre la carpeta ‘indie rock’ y la carpeta ‘neopsicodelia’, y el resto posicionado luego de la carpeta ‘post rock/afines’.

En los dos primeros casos, es lícito suponer que el endurecimiento del velascato quebrantó el proceso de transmisión en la tradición rockera, generándose un espantoso vacío entre 1975 y 1980. Aún diría más, la fuerte carga de sexualidad liberada por el glam rock y la música disco (aghhh) apenas podía tolerarse en Europa y la Unión Americana: una situación equivalente en nuestro tercermundista país hubiera sido insostenible, y por ello impensable -de ahí la casi absoluta ausencia de émulos nacionales de Earth, Wind & Fire; New York Dolls, T-Rex y compañía. La experiencia disco ETC/The Rollets de algunos ex We All Together es tan efímera como prescindible (ufff). De otra parte, en el tercer caso, no hay un solo cultor puro medianamente decente de rockabilly que haya nacido en estos predios (quizás algunos tendrían a bien rescatar a Vaselina o a Los Suplentes).


Por lo que respecta al entrecortado “despliegue” de la tradición electrónica, éste se debe a la inexistencia de una corriente marca Detroit en tierras incas (económicamente inviable en su momento histórico). El techno que facturasen Underground Resistance, Juan Atkins, Derrick May, Kevin Saunderson, Plastikman y Cybotron nunca germinó/encontró eco aquí. De la E.B.M. (siglas de “electronic body music”) y contadas reyertas techno industriales, nuestros paisanos pasaron sin escalas al ambient pop, al noise digital, a la I.D.M. (siglas de “intelligent dance music”), al mestizaje rocktrónico y -brevemente- al escurridizo drum’n’bass. De ahí que esa primera carpeta hipotética pareciera tener poco o nada que ver con las siguientes (con ciertos sonrojos, Kyleran es el único compatriota que puede jactarse de haber probado fortuna con el Detroit techno). Por siaca, nótese que no menciono a los DJs pinchadiscos: el turntablism más elemental, el que ellos abrazan, se me antoja válido como mera técnica, no como género musicológico. Al menos el house post 2000 sí se esfuerza en crear. Y la materia prima sampladélica del mash-up es tan microscópica, que lo convierte por derecho propio en un mundo aparte.

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EL SONIDO DE LA CRISIS: BACK TO PERÚ -O UNA HISTORIA DEL ROCK Y LA ELECTRÓNICA DE SABOR NACIONAL- (PARTE 2)

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III

Como mínimo al 90%, la del rock y la electrónica peruanos es la historia de las oportunidades perdidas, de la falta de perseverancia, de los callejones sin salida, de la estrechez de perspectivas, de la orfandad logística -equipos en las últimas, estudios de grabación que no han sabido cómo grabar, una prensa que les ha dedicado algunas páginas en medios escritos, pero que les ha ignorado sistemáticamente por radio y televisión... Por ello, me permito tomar prestado el título de un celebrado artículo del colega Alvarado, centrado específicamente en la estética sonora de lo ruidista/aleatorio/experimental; para afirmar, haciendo uso extensivo de tal concepto, que el del rock y la electrónica peruanos es el sonido de la crisis. El apretado parangón consignado a continuación no me dejará mentir.

Se acostumbra invocar al período 1957-1975 como la edad de oro del rock peruano. En cierto modo, esa opinión se ajusta a la verdad. Concretamente a partir de 1963, con el epónimo debut de Los Incas Modernos, florece una época en la que las formaciones instrumentales, los grupos de garage y beat, y los artistas “nuevaoleros”; obtuvieron el favor del público mayoritario -lo que se tradujo en programas radiales y televisivos, en las famosas matinales domingueras que aún recuerdan las abuelas, en contratos discográficos en regla, y en acceso a estudios de grabación entonces modernísimos. No era para menos: a la primigenia escena peruana se le consideraba la mejor de Latinoamérica.


(Bueno, tampoco idealicemos in extremis. Ni siquiera en los circuitos independientes mundiales todo lo que brilla es oro. De modo que afirmar que la totalidad de lo que se hizo en aquellos años es alucinante/increíble/genial, TODO, es pecar de entusiasta. Demoler, el libro de Carlos Torres Rotondo que repasa esos días, puede funcionar como sabroso anecdotario con entrevistas a los protagonistas de aquellas vetustas estaciones, además de trazar la genealogía de las bandas y dejar claramente sentada la diferencia entre los rockers y los insoportables artistas “nuevaoleros”. Desgraciadamente, su ortodoxa aseveración de que ésa es la única época de oro del rock peruano/que los grupos nacionales posteriores jamás llegaron a ese nivel de genialidad (¿?)/que todo lo que se hizo entre 1957 y 1975 fue maravilloso, amén de errores de forma/redacción y horrores de estilo, deslegitimiza su esfuerzo y deja a Demoler en evidente posición adelantada. Mucho mejor parado queda el esfuerzo colectivo del fanzine Sótano Beat: el volumen recopilatorio Días Felices.)

Lo que vino después, con la entronización de la dictadura militar (régimen que arranca, recordémoslo, con Velasco hacia 1968), se plasmó en una terrible crisis de medios de difusión. A la abrupta extinción de las matinales, que ya había tenido lugar en 1970, se sumó la desaparición de los programas en A(mplitud)M(odulada) y en señal abierta. Peor aún: cientos de grabaciones fundacionales se perdieron para siempre al registrarse nuevas pistas sobre cintas maestras ya grabadas -un acto criminal similar a la quema de la Biblioteca de Alejandría. En el colmo de la bestialidad, no se concretó ningún documento videográfico que ilustrase esas legendarias jornadas (“...un país sin cine documental es un país sin memoria...”, dijo alguien alguna vez).


Para 1980, el Perú respiraba de nuevo aires democráticos. Lamentablemente, las coyunturas ya habían cambiado. Cortados los hilos de la tradición rockera, volcado el “respetable” hacia la salsa y la cumbia -ignoto puerto en que recalaron los rockeros 60s/70s-, los nuevos insurgentes izaron bandera de rebelión empuñando escasos y pobres aparejos, pero premunidos de los postulados punk. Emergió una nueva escena, la del rock subterráneo, que tuvo el innegable mérito de organizarse para la supervivencia, en lugar de tirar pronto la toalla como hicieran sus predecesores de los 60s y 70s. Una (digamos) secreta segunda edad de oro del rock peruano: las maquetas proliferaron (Narcosis editó un live casero -Actos De Magia-, los primeros solistas de Daniel F los editó la independiente La Nave De Los Prófugos), las barreras estilísticas cayeron (Conflicto Social, Delirios Krónicos, Masoko Tanga), los fanzines se reprodujeron como cuyes (Costra, Imagen Pública, Luz Negra)... Del punk y el hardcore se pasó al post punk (Yndeseables, Salón Dadá), al dark (Voz Propia, Sor Obscena, Lima 13) y a radicalismos como el grindcore (Atrofia Cerebral, T.S.M.). Los primeros músicos electrónicos -Círculo Interior, T De Cobre, Cuerpos Del Deseo- tomaron las armas respaldados por el electro que invadió la Tierra a través de las emisoras del Primer Mundo con New Order a la cabeza.

Los testimonios del decenio ochentero -la edad dorada de la subversión armada, por lo demás- han sobrevivido en mayor cantidad con respecto a la primigenia movida peruana, sólo para confirmar la crisis con la que batallaron sus cabecillas: demos descalibrados, mal grabados, sin el menor apoyo de la prensa mediatizada. Contados fueron los aliados que tuvieron los subtes en el dial, mucho menos en la TV. Al declinar la década, los actores principales de esta oleada se entramparon en rencillas estúpidas (metaleros versus punks, punks versus folkloristas, folkloristas versus metaleros), lo que, sumado a la terrible crisis económica del gobierno de turno (el primer quinquenio de García Pérez); pulverizó la posibilidad de crear y consolidar un circuito alternativo/independiente de quehacer y difusión artísticos.


El país ingresa a los 90s ya postrado, en medio de una abierta guerra interna contra las células terroristas Sendero Luminoso y Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), asfixiado por la peor inflación de la historia republicana. Es verdad que, luego, los 90s vieron desaparecer esta realidad insostenible. La cura, no obstante, fue mil veces peor que la enfermedad. Un total desprecio por los más elementales principios éticos y morales se instaló en nuestras vidas bajo la forma de la corrupción política/social más asquerosa, servil y condenable que pudiera imaginarse. Para apuntalarla, se sistematizó una política de galopante indiferencia hacia el ya debilitado nivel cultural-educativo de la población. Ése fue el costo que nos impuso la “dictablanda” fujimontesinista: mientras más tonto/estupidizante/ridículo/absurdo/chabacano fuera el circo de los medios (los cómicos ambulantes, Laura Bozzo, la tecnocumbia, Magaly Medina, el travestismo grotesco -la “cultura combi”, en resumen), más seguros podían sentirse los nefastos agentes de poder. A punta de embrutecerlo, el pueblo peruano enloqueció. Huelga explicar cuán poco lograron las resucitadas tribus rockeras/electrónicas frente a esta crisis casi existencial.


Aunque los primeros indicios se dieron con Mar De Copas en 1993, fue el regreso del grupo punk Leuzemia -hoy convertido en espectral remedo pseudo-progre/filo-trovesco que acompaña las poco inspiradas incursiones de su inefable vocalista Daniel F- la circunstancia que reavivó la chispa de la revuelta capitalina. En efecto, para 1995 y ya con nuevo disco (A La Mierda Lo Demás: Asesinando Al Mito), Leuzemia comandó el resurgimiento de las bandas locales, que se animaron a grabar aupadas por disqueras interesadas en sus propuestas (Eureka, Huasipungo, Navaja) y por tribunas especializadas (Caleta, Sub, Cuero Negro). Pero de nada valió que se empezase a trazar nuevas direcciones, o que el acceso a los equipos fuese menos oneroso que en los 80s. A lo sumo, movimientos como el del colectivo Crisálida Sónica, sus pares aleatorio-industriales del Infamia (Una Recopilación De Música Electrónica E Industrial), las primeras escaramuzas indie y la naciente electrónica ruidista fueron instancias vistas como curiosidades aún dentro del propio feudo -en una suerte de “evolución resistida”.


Pese a que el cambio de milenio supuso la caída de la asolapada dictadura fujimontesinista y el retorno a la senda democrática, el daño ya estaba hecho. Desde hace cuando menos un lustro, múltiples estudios internos y externos vienen dando cuenta del retroceso educativo y cultural que ha sufrido el Perú -la verdadera, aciaga herencia de Fujimori y secuaces. No niego que el país esté mejor que nunca en algunos aspectos. Pero en los más importantes, aquellos que nos definen como personas, que delinean nuestra moralidad y nuestras estéticas, estamos peor que nunca. La “cultura del espectáculo”, concepto acuñado por nuestro gran escritor e intelectual Mario Vargas Llosa, nos ha arrastrado como borregos a una civilización de la barbarie, en la que el espíritu chicha/frívolo reina soberano desde mierdosos “psicosociales” mediáticos como la entelequia escandalosa de América Televisión, las pautas chismográficas incrustadas en los “programas de noticias”, Al Fondo Hay Sitio y el Grupo 5 -que sólo pueden causarme una furiosa e interminable arcada de asco. Si Domingo Sarmiento volviera a la vida...

En síntesis, si en los 60s el rock peruano desempeñó un papel de primer orden en el marco de la cultura popular de estas costas, la escena actual es apenas un puñado de notas a pie de página. Con todo, la culpa no es enteramente nuestra. Una crisis generalizada se ha abierto paso en las esferas rockeras y electrónicas de todo el mundo. Las últimas vanguardias se destaparon a mediados de los 90s -y resultaron tan ariscas e inasibles que quizás produjeron el efecto opuesto al habitual: en lugar de ser fagocitadas por/integradas al pop, hicieron que éste las repeliera y abrazara la oquedad, el inmediatismo, la superficialidad plástica. Basta una rápida encuesta al ciudadano promedio de a pie: ni siquiera el 10% sabría decir quiénes son Silvania, Theremyn_4, Luján, Evamuss, Catervas o Herman Hamann -los nombres que tomaron la posta del 2000 para adelante. Sí, se ensanchó la difusión a través de medios escritos -Caleta, Sub, 69, Freak Out!- y virtuales -la blogósfera-, como consecuencia de la desjerarquización de la cultura que ha supuesto el advenimiento de Internet, pero la música se oye -2001, Chillidos Del Futuro, Hecho En El Perú, Cretácico, Cultura Rock (en Cuzco)-, no se lee.


(Creo que la tesis que es viable inferir de este sinóptico numeral asoma bastante obvia. La salsa -no la antigua, brutal y brava; sino la actual, lasciva y descerebrada (salvo excepciones como la de Sabor Y Control)-, la cumbia, el reggaetón, la chicha, el axé; son todas músicas cuyo principal objetivo es distraer, florear, cogerse de la cintura de la pareja, seducir, desfogarse -sin ir más allá. Es decir, músicas banales todas, lo que no tendría nada de malo de no ser porque se asumen como fin y no como medio. El rock y la electrónica, au contraire, pueden hacer lo mismo y también remecerte, tocar tus fibras más íntimas, predisponerte a una reflexión o empujarte a un abandono que inéditamente equilibran lo apolíneo y lo dionisíaco; y lo pueden hacer porque se trata de manifestaciones artísticas maduras, que han logrado trascender las circunstancias históricas de su nacimiento -“parricida” el uno, “hedonista” la otra- y se han convertido en expresiones culturales iconoclastas. El rock y la electrónica, pues, tienen ya implícito un valor educativo potencial infinitamente superior a los demás géneros -de ahí su presentación conjunta en este espacio. Ampliar semejante proposición es algo que merece muchos más renglones que los aquí ocupados.)

IV

Lo insólito es que ese mismo estado de crisis semi-permanente que hemos deplorado a través de tantos párrafos anteriores, le ha dado al ADN del rock y la electrónica peruanos el cromosoma clave para preservarlo y definirlo. Tener constantemente todo en contra le ha conferido una fortaleza y un cariz sui generis al sonido de estas músicas, tanto en el proceso de registro como en la estética -y no faltará quien diga que también en la ética-. Al menos a mí me pasa que reconozco un grupo peruano cuando lo escucho, sin necesariamente saber que lo es, el 90% de las veces. Lógico, los muchos obstáculos que han debido sortear nuestros créditos les han terminado por predisponer a sacar todo el partido posible de los instrumentos  a  la mano, de  las  horas/consolas  de  grabación  aprovechables -y en el caso de los artistas electrónicos, habría que agregar también del software empleado, que no pocas ocasiones modifican.

Véase, por ejemplo, el caso de Paisaje Electrónico. Su único legado discográfico, el cassette que compartió con Feudales en 1986, remite a prima facie a The Durutti Column y al primer dark rock -pero, por los instrumentos utilizados, teclados y sintes en su mayoría; se usa considerarle pionero de la música electrónica. Véase, también, el caso de Evamuss/Christian Galarreta, que crackeaba los programas aplicados para encontrar nuevos sonidos/ruidos y estructurar/desestructurar ingeniosamente la osamenta de sus composiciones. O el caso de Los Holy’s, que, al mejor estilo de The 13th Floor Elevators y su célebre “jarrón eléctrico”; dotaron a la mayoría de cortes de su Sueño Sicodélico (1968) de un extraño efecto generado al manipular una caja de eco Dynacord. O el caso de Lunik, que para grabar el Ovo-Ovni (2002) exprimió un amplificador, un palo de lluvia, un casiotón y una aspiradora rusa; aparatos algunos de los cuales permanecieron en su domicilio sólo por una hora.


Esa habilidad para sobrevivir ha generado un curioso efecto colateral: de cada tres bandas peruanas, mínimo una tiene el don de la mutabilidad. El escucha puede constatarlo con creces aquí, donde encontrará a un mismo grupo en diversos pasajes. Sin ir demasiado atrás, Catervas declara residencia en los tramos dark-gothic rock, indie rock y post rock; pero el grueso de su artillería se ubica en el tramo ethereal music, noise rock y shoegazing. Suda, fabuloso quinteto de ascendencia punk, cuela material no sólo en su bloque de origen, sino también en el de pop rock 80s/90s/00s y en el de rock mestizo, ska, reggae y demás hierbas. Tonka flexibilizó el trip hop hasta fundirlo con el pop noventero, y su ex vocalista, Solange Jacobs, lanzó en el 2011 un EP bajo el alias de Fifteen Years Old, embebido del fúnebre éter-folk de la escudería americana Projekt -jugadita similar a la de Constanza Núñez-Melgar a.k.a. Panyoba. Raúl Ochoa y Manuel Rodríguez empezaron como M.A.R.U.J.A. (acrónimo de Mirando Al Rojo Un Jabalí Amordazado), dedicados a la electrónica híbrida tipo Seefeel: su siguiente estadio, Maruja Trax, les significó un cortísimo romance con el ambient pop. Unificada esta segunda denominación para dar lugar a una tercera -Marujatrax-, se han decantado hacia la rocktrónica, el drum’n’bass y el 2-step. La hoja de ruta casi siempre es trazada por la propia evolución del artista/grupo.


Quien se lleva las palmas de la ductibilidad es El Aire, de José Javier Castro, entidad que aparece aquí... ¡¡¡en cinco secciones distintas!!! A saber: punk y hardcore (“Rodeo”), ethereal music/noise rock/shoegazing (“Libertad”, “Beach”, “Terminal”), pop rock 80s/90s/00s (“Anduve Bajo El Sol”, “Lluvia En El Ande”, “El Naranja De Tus Ojos”), indie rock (“Y Despega!”) y post rock (“Fiero Escalador De Nubes (Ícaro Triunfal)”). Definitivamente, el acto peruano más versátil de la historia.


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EL SONIDO DE LA CRISIS: BACK TO PERÚ -O UNA HISTORIA DEL ROCK Y LA ELECTRÓNICA DE SABOR NACIONAL- (PARTE 3)

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V
 
Después de cuatro numerales, seguramente han surgido nuevas preguntas. Paso a absolver aquellas que adivino se caerán de maduras ni bien se atisben las aparentes paradojas que contiene este post de largo aliento.


- ¿Por qué se ha seleccionado gente que ha hecho/afianzado su carrera afuera, como Silvania (+DJ Galax+Ciëlo+Girls On Film), Novalima, Rojos Calientes o El Lazo Invisible?

Porque siguen siendo peruanos. Además, casi todos partieron ya con experiencias a cuestas. Mario Mendoza se posesionó del bajo (sólo) durante un directo de Eutanasia. A Cocó Revilla lo manyaba la gente de la movida 80s, fue íntimo de Támira Bassallo (de Salón Dadá/Col Corazón), y formó Los Huecos con Mendoza antes de enrumbar hacia España y dar vida a Silvania. Algunos miembros de Novalima venían de grupos como Avispón Verde y Circo Ficción -algunos de ellos han participado de la resurrección de Currículum Mortis hace tres meses-, y si bien su debut epónimo fue editado fuera, todos sus discos posteriores han tenido como punto físico de partida estas comarcas... Pero si este alegato no bastara, agregaré que una historia del rock y la electrónica peruanos no puede prescindir de ninguna manera de Silvania. Si algún aporte en el panorama de la música contemporánea debe reconocérsele al Perú, éste es obra de Los Saicos (el equivalente a un Boeing 747 en la Edad de Piedra), Los Belkings (el segundo mejor grupo instrumental de la Historia, sólo por detrás de The Ventures) y Silvania (su disco de remezclas Delay Tambor, 1996, contó con lo más reputado del I.D.M. inglés, y tanto su obra anterior como posterior está llena de momentos épicos). Si Silvania está, no veo por qué no El Lazo Invisible, Rojos Calientes o Novalima.

- ¿Qué hacen Novalima, el Miki González de Café Inkaterra (2004) y Lima Tropical Beats en el cajón de rock mestizo y demás? Si ellos están allí, ¿por qué no Jaime Cuadra? ¿Dónde está El Polen? ¿Y bajo qué criterio se ha puesto a Ciëlo en las coordenadas del ambient pop y a Girls On Film en las del I.D.M./Post I.D.M.?


Todas preguntas fundadas. Para todas tengo respuesta.

En cierta ocasión, durante una conversa telefónica con el fallecido Leonardo Bacteria, se discutió el proyecto de hacer al menos un disco doble que recopile los minutos más inspirados de la música electrónica nacional. Leo me preguntó si era pertinente seleccionar para tal fin a Novalima, a los temas del Café Inkaterra (2004) de Miki González, a Lima Tropical Beats o a Jaime Cuadra. Mi respuesta fue, sigue siendo, “no”. Los citados parten del chill out, la vertiente más light y manoseada del universo digital, para acercarse respectivamente al sonido afroperuano, a la música altoandina, a la chicha y al criollismo. Sus esfuerzos son bonitos, fáciles de escuchar, pero no alcanzan el grado de aputamadrada fisión que sí alcanzan Quilluya o algunas piezas de Christian Galarreta -“Huay No”, “Charangorrión”-. Leo estuvo de acuerdo conmigo. Por convicción, y por respeto a mi difunto amigo, sitúo en la sección de rock mestizo y afines a Novalima, a los temas del Café Inkaterra de Miki González y a Lima Tropical Beats. A Jaime Cuadra no lo rescato porque ODIO la música criolla.

(Previsiblemente, hay lugar para la excepción a la regla: “Lágrimas De Madre”, de González, drum’n’bass lo suficientemente distinto del resto del Café Inkaterra como para enclavarlo en el sector jungle.)

Sin duda, El Polen fue el primer (gran) grupo peruano que fusionó el rock con elementos del folklor oriundo, allá por 1970. Su antigüedad y su sonido insular, a mi juicio, los hace merecedores de un sitial en el prog de los 70s, al que también eran afectos. Pero si alguien quiere ponerlos en los terrenos de la fusión, tampoco hay palta.


Por otro lado, tanto Ciëlo como Girls On Film son “spin offs” de la saga Silvania que enfilaron ¿hacia el neo post punk?/¿electroclash? del trecho 2000-2009. Debería haber creado para ellos una carpeta con ¿alguna? de estas denominaciones. Empero, sólo dos grupos, que además comparten los mismos miembros (más el concurso de la española Ana Laura Aláez en GOF); es muy poco para revivals que afuera sí han caminado bien representados. Decidí, pues, derivarlos a donde los encontrarán.

- ¿Por qué en algunas carpetas se recurre demasiado a un mismo artista o grupo?


Es inevitable. Para que el space rock se cultive en el país, hemos debido esperar a que maduren las propuestas en-principio-psicodélicas de Serpentina Satélite y, sobre todo, La Ira De Dios. La rocktrónica recién se deja oír aquí gracias a Theremyn_4. Y el buque insignia de la neopsicodelia peruana, el más antiguo y el que más ha publicado, es Hipnoascención. Tres ejemplos sobran para ilustrar mi punto.

- ¿No había una gigantesca mancha de grupos metaleros a lo largo y ancho del territorio nacional?

Sí. Su estado de salud, sin embargo, es harina de otro costal. Shane Embury (Napalm Death) dijo alguna vez: “el metal siempre va a estar ahí”. Anna Ramos, redactora de la siempre excelente Factory, replicó: “es una pena que no sea redescubriéndose, sino repitiéndose”. Una situación que coartadas metatextuales como la del post metal no han podido revertir.

- ¿Te mataría subdividir la carpeta electrónica pre-Detroit en los subgéneros correspondientes?


No. Empezar con “Hombre Antena” de Eléctrica De Lima no fue fortuito, ya que es el tema más Kraftwerk de los escogidos. De “0460 Vavas-Maxfactor” a “0482 Interruptor Cucaracha-Sin Un Amor” va el synth pop. De “0483 Unidad Central-Aura Sintétika” a “0492 Unidad Central-Temponauta” va el trance. De “0493 Vavas-The High Latency (Modem Loves)” a “0518 DJ Tumba-Nany” va la electronic body music. De “0519 T De Cobre-No, Nunca” a “0536 Insumisión-No Se Puede” va el techno industrial. De “0537 Maximum Terrorem-Movement #1 For Insects” a “0569 Maximum Terrorem-II” va el industrial químicamente puro. Y cierra la carpeta “0570 Kyleran-Geometric”.

- ¿Esta mega-compilación es “descentralizada” o sólo toma a Lima como referencia?

Por fuerza, las dimensiones del conglomerado limeño inclinan a cederle un 65%, tal vez más, de los temas escogidos. La segunda plaza en orden de importancia es la ciudad de Arequipa (Discrepunkcia, Quilluya, Barriada Vulgar, Interruptor Cucaracha, Comfuzztible, Fiorella16, K.Wi.D, Sicalipsis, Chaska, Los Erizos, Bajocero, Platónica, Perro Negro, Chapillacs, El Divino Juego Del Caos, Los Flechados, Fobya, Mudra, Orquídea). La tercera es el binomio Huancayo-La Oroya, en el departamento de Junín (Alcaloide, S.O.M.A., DJ Rogelio, Corazones En El Espacio, Los Datsun’s, Xtredan, Cleopatra, Ozono, Colores En Espiral, Semilla Galáctica). Bastante más atrás corre el resto: Trujillo (Sónica, Ego, Jardín Solar, Azulejos), Cuzco (Punk Waro, Los Espectros), Ayacucho (Darktech, Los Sideral’s, DJ Tumba), Cajamarca (Ruido Negro), Iquitos (Los Teddy’s) y Tacna (Extremo Sur). Es muy posible que existan guetos rock/electrónicos en todas las zonas del Perú -pero, o bien aún no se han dado a conocer, o bien es harto difícil conseguir/rescatar su música (Los Águilas de Trujillo, por ejemplo).


- ¿Por qué algunos mp3s suenan tan mal?

Los primeros discos compactos de rock y electrónica peruanos se fabricaron en los 90s. Muchas de las obras anteriores han sido relanzadas en formato digital partiendo de los masters, pero también muchas de ellas han sido digitalizadas por fans partiendo de vinilos y cassettes usados -sea porque a las bandas no les interesó relanzar sus trabajos, sea porque ya no existen, sea porque los masters se han perdido. Cualquiera fuese la razón, es nuestra obligación darlo todo por salvar del olvido el legado de nuestras bandas. Un ejemplo palmario a imitar nos lo da España, que en la década pasada vivió en Internet el boom de la arqueología pop: decenas de blogs especializados colgaron las grabaciones más descontinuadas/caletas de la movida chapetona de los 80s, solistas y grupos interesantes que registraron apenas un LP, o un EP o un single; pero que contribuyeron al vocabulario sonoro de la Madre Patria en esa decisiva época. Aquí me he hecho eco de esa tendencia no sólo poniendo de mi bolsillo para digitalizar cintas de Maximum Terrorem, La Sonora Del Amparo Prodigioso y Malditos Poetas; sino también corrigiendo con el Sound Forge fallas de origen detectadas incluso en grabaciones publicadas directamente en digital -amén de una sufrida investigación sobre cuanto LP, EP, compilación, single, revista, libro y hasta columna de “entretenimiento cultural” haya pasado por mis manos (y amén también de las consultas hechas a amigos y entendidos, en especial a dos de ellos, que tuvieron el aguante de no tirarme el teléfono cada vez que les llamaba para encajarles una pregunta tras otra: Jonas García y Wilder Gonzales Agreda). Los errores de información que puedan encontrarse son todos míos.

- ¿Cuál es el chiste de incluir covers perpetrados por los músicos locales? ¿Qué mérito tiene antologar temas que (ab)usan (de los) samplers?


Cuando se empezó a hacer rock peruano, los grupos tuvieron que echar mano de canciones conocidas/consagradas. Ejemplos de esa época aural hay por montones: Los Shain’s y Los Belkings practicando sendas versiones de “Pushing Too Hard” de The Seeds, We All Together reconstruyendo “Carry On Till Tomorrow” de Badfinger, Los Doltons enloqueciendo a la muchachada con su lectura de “King Of The Surf” de The Trashmen, Los Incas Modernos cerrando su debut en 33 rpm con “Bésame Mucho”... En los 80s, en cambio, se prefirieron las composiciones propias. Desde los 90s en adelante, se reactualizó esta costumbre a escala reducida: Leuzemia y “Demolición” de Los Saicos, Ciëlo y “Vamos A Caminar” de UNO, G3 y “Mayoría Equivocada” de Autopsia, Theremyn_4 y “Festival De Los Robots” del Capitán Memo, Cementerio Club y “El Do Del Clarinete” de Yola Polastri, Manganzoides y “I’m 5 Years Ahead Of My Time” de Third Bardo, Tica y “Corazón Sufrido” de Armonía 10 (¡glup!)... Algunos de ellos se han ganado su espacio aquí básicamente por ser los modelos originales nada conocidos o porque son más que cumplidoras versiones -no covers.


El sampler es la piedra angular del idioma universal del remixing. Como mínimo, tengo que decir al respecto que nuestros músicos han sido altamente creativos para usar no sólo muestras de magma sonoro ajeno, sino también fragmentos de películas (tanto nacionales como extranjeras) y, en buena cuenta, todo aquello que pueda ser sampleado. Atención al recuento: El Paso (Yma Sumac en “Tambobambino (4000 M.S.N.M. Mix)”, el escritor indigenista José María Arguedas en “Quemado Entre El Fuego Y El Amor”), Insumisión (Alanis Morrisette en “Legalizen”, Daniel F en “Suicidio En Masa”, La Boca Del Lobo en “No Más/Nyarlathotep”), DJ Tumba (South Park en “X-Perimentalsongs”), Vía 149 (Chris Isaac en “Wicked Game (Lounge Remix)”), Alan M (una fiesta patronal de club departamental en “El Valor”), Ertiub (un mensaje telefónico automatizado en “Acido Tú”, la frecuencia de radiopatrulla en “Off”), Avatar (“Busy Child” de The Crystal Method en “Amantes Del Placer”), Aural Noise (evocando el fantasma de un olvidado anime que flota en el recuerdo, en “Cien Grados Bajo Cero”), Ciëlo (Japan en “Éste Es Mi Avión”), Jardín Vértigo (Thalía en “El Reloj Negro En Ti”), Romero (Waking Life en “Mundo Sin Sol”), Darktech (Beneath The Planet Of The Apes en “Necesito Matar”), Bajocero (el episodio “La Tormenta De Nieve” de Akira Kurosawa’s Dreams en “Dama De Hielo (Tema De Reiko)”), Xtredan (Carl Sagan en “Dios Matemático J. Kepler”), Theremyn_4 (Macross/Robotech en “SDF-1 8Bit Groove”)... Para más inri, dos modelos comprobados de meta-sampleo: en “Legalizen”, Insumisión samplea la versión que Erasure hace de “Voulez-Vous” de ABBA; y en “El Wray”, Luján recicla las esquirlas de “The Move” de Beastie Boys que samplean a Los Ángeles Negros. La poética del sampling alcanza cotas mayúsculas con Luján, un individualista que navega entre el drum’n’bass y explosivos raids de mash-up. Todo se disuelve en sus manos -Jimmy Neutron y el famoso/ridículo speech de Tula Rodríguez en “Doble Click (Pacheco Mix)”, Julio Iglesias en “X-Jazz”, Johnny Weissmüller/Tarzán en “Safaridélica”, Leonidas Carbajal en “Trampolín A La Fama (Carbajal Mix)”- y se metamorfosea en maravillas guasonas del calibre de “Tabaco, Ron & Bass” y “Dos Más”.


(Digresión aparte para la monserga de los “derechos de autor”. Después del advenimiento de Internet, es absurdo pensar que el copyright seguirá vigente. Si el Sistema logra exterminar los servidores de descarga de todo el planeta, aún le faltaría combatir los programas de intercambio de archivos, contra los cuales no puede hacer nada porque en sí mismos no cometen delito punible alguno. Los “derechos de autor” se crearon originalmente para salvaguardar la inversión de las editoriales y, más adelante, de las discográficas y las compañías fílmicas. Desde que la obra de arte entró en la era de la reproducción mecánica masiva, dichos derechos agonizan, lo que es suficiente motivo para celebrar. Hago mías las palabras de Brett Gaylor y Lawrence Lessig. Éste es un mundo de colaboradores, no de consumidores pasivos. Podemos crear y compartir, podemos actuar y -si nos unimos- cambiar las leyes. Esto es remix. Esto es mash-up. Por donde se le mire, esto no es piratería. Si lo es, entonces tenemos toda una generación de criminales, la primera de muchas. Tenemos derecho al acceso universal al conocimiento humano y derecho a la libertad para construir a partir de él. Es necesario repensar una visión equilibrada de la propiedad intelectual y su relación con un dominio público saludable, no restrictivo -en lugar del caduco modelo actual que nos espeta que debemos esperar 70 AÑOS después de la muerte del director/escritor/músico para poder utilizar su obra. Recomiendo con creces darle un par de buenas chequeadas a los subversivos documentales Copyright Criminals, Copiad, Copiad, Malditos y Rip! A Remix Manifesto (que profetizan la pronta muerte de los “derechos de autor”), así como la adopción de la licencia Creative Commons para contribuir a la forja y consolidación de una cultura libre, sin complejos ni trabazones. Más al respecto en http://www.cc.pe/ y http://es.wikipedia.org/wiki/Creative_Commons. Púdrete en el infierno, Richard Gabriel, mercachifle falaz y vil de la oscurantista RIAA.)

VI

Tras cinco acápites de dilatado chamullo, el turno de las palabras finales. Ya era hora, si me lo preguntan.

1200 es un número que jamás se me hubiera ocurrido. Cuando comencé a recopilar, tenía en mente a lo sumo 600 casillas, y esto era ya una exageración. Pero he de admitir, ahora que he terminado, que 1200 es después de todo una cifra insuficiente. Yo mismo tuve que descartar temas de Avalonia, Eter-K, Jardín, Girálea, Los Arman, Tica, Ionaxs, Marujatrax, Elegante, Alcaloide, Luján; y mucho material de Silvania y Theremyn_4 (quienes ya habían colado varias quinas).

Pero estas omisiones, y muchas otras más, tienen un lado positivo. Y es que, parafraseando al texto de José Gallo (Theremyn_4) en el booklet de Contrataque: Tributo Al Rock Subterráneo (2003), ésta no tiene por qué ser la única selección válida de rock y electrónica peruanos. A lo sumo, esta selección aspira a ser el primer paso, la base, el pilar sobre el que cualquiera pueda cimentar una más completa. Todo lo que se requiere es extraer sus directrices.

No siga adelante quien espere encontrar a Amén, a Campo De Almas, a Ádammo o a Trémolo aquí (dese por bien servido con The Emergency Blanket). No siga adelante quien espere encontrar a Pepe Miranda, a Elmo Riveros, a Gustavo “Hit” Moreno o a Danny Valdy aquí (dese por bien servido con Los Doltons). No siga adelante quien espere encontrar a Río, a Arena Hash, a Feiser o al patético retardado de Pedro Suárez-Vértiz aquí (dese por bien servido con Nosequién Y Los Nosecuánto).

La condición de “peruano” no debe convertirse en excusa para atenuar el grado de exigencia cualitativa. Talento del bueno siempre ha habido (lo que no ha abundado son plataformas de difusión/distribución). No se trata de recuperar por recuperar. Se trata de recuperar lo que es valioso -y en esa nebulosa informe, todavía hay, hermanos, muchísimo que hacer: Ácidos Acme, Ordalías, Residuo Psíquico (ja, ja, ja) el perdido demo EP de Labioxina, recopilaciones como Entre Héroes Y Cobardes o Nuestro Silencio Ahoga Sus Gritos, los primerísimos pasos de Séptimo Cielo (cuando eran una banda dark), Juventud La Caigua S.A., Distorsión Desequilibrada, M.A.R.U.J.A. (como tal, sólo rotaron demos de dos temas entre amigos y conocidos), el I EP de Raúl P.R.I.V.A.T., Los Dragones, Dante Gonzáles, Clan De Gárgolas (jo, jo, jo), Irijua Yin, Deformales, Ácido Instinto...


Igualmente, es menester darle la merecida importancia tanto a las compilaciones (históricamente, han sido las únicas oportunidades que han tenido muchas bandas peruanas de registrar su música) como a la labor que en el siglo XXI vienen cumpliendo las netlabels (Internerds Recors y Ruwashayku en el pasado, Dorog Records y Chip Musik actualmente). Y por encima de cualquier consideración, está la de repudiar todo sectarismo de estilo, todo provincianismo mental -Torres Rotondo imposibilitado de ver claramente más allá de 1975 (su reciente Se Acabó El Show parece darme la contra), los vanguardistas haciendo oídos sordos a lo que no sea “experimental”, los “rockistas” para quienes lo digital es por definición “deleznable”, el aturdido vocalista de La Sarita Julio Pérez, berreando que a su grupo se le debe un sitio especial en la historia del rock nacional (y que el mejor combo peruano de todos los tiempos es Los Mojarras...).

Nada ha cambiado después de este alegato. Ningún pulso se ha detenido, ninguna respiración ha cesado. No existe mejor prueba de lo trivial que puede resultar dedicarse a estos temas...

...y sin embargo, aquí estamos. Nietzsche tenía razón. Sin música, la vida sería un error.

Hákim de Merv


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