INSTRUCCIONES DE VUELO
PARA MELÓMANOS Y TEMPONAUTAS
I
Es más que justo plantearse decenas de preguntas alrededor de un proyecto -bautizado sampleando el título de un texto ya existente del crítico Luis Alvarado- que intenta compilar 55 años de rock y electrónica en un país como el nuestro. Y suele ocurrir que las primeras de ellas asoman ni bien se termina de escribir oraciones como la anterior. Siendo el Perú una de las naciones más “displicentes” del planeta -léase de las de identidad más fragmentaria y conflictiva (a duras penas mejor en ese aspecto que el promedio de sus contrapartes africanas)-, y además signada por un perfil "melómano" aplastantemente tropical-andino; ¿qué relevancia tiene para nuestro “acervo cultural” una tradición rockera/electrónica que con las justas sobrepasa el medio siglo? ¿Acaso es lo suficientemente alta como para invertir seis meses de paciente selección/recolección/investigación en un trip de 81 horas y media, 1200 temas que se presumen “representativos”?
La primera interrogante podría responderla cualquier transeúnte común con una palabra: cero -o casi cero. Para responder la segunda, a ese mismo transeúnte le bastaría un escueto “no”. Hoy por hoy, el rock y la electrónica viven sendas crisis de creatividad, acaecidas con el cambio de milenio y de las que aún no se perciben salidas a tiro de piedra. Hay grupos bastante rescatables y razonablemente cumplidores, pero los jodidamente extraordinarios y cruciales andan casi extintos. Y si ésa es la situación en el plano internacional, del plano local ni siquiera deberíamos hablar (siempre según el mismo transeúnte). Podría postularse, entonces, que son otras las razones que han servido de combustible a este ejercicio -y aún así, los resultados se dan maña para contradecir las respuestas tan a la ligera barbotadas hace un momento.
Sin mayores aspiraciones, empecé esta reconstrucción de la historia del rock y la electrónica peruanos porque quise tener en mi reproductor MP3 aquellos números nacionales que me gustaban. También, porque suelo compartir este tipo de florilegios sonoros con algunos amigos cercanos. Pero, sobre todo, empecé porque alguna vez le quise pasar cosas nativas a mis camaradas Leny Fernández y Sebastián Pimentel, y me chotearon arguyendo que no querían llevarse un chasco -lo que comporta un juicio en exceso peyorativo acerca de los grupos y solistas coterráneos (severidad que no comparto pero entiendo). Básicamente, fue ése el pistoletazo de salida.
La siguiente andanada de preguntas indagaría por los criterios utilizados para la selección y ordenamiento de semejante “constelación”. ¿Por qué tantos? ¿Por qué unos sí y otros no? ¿Por qué una numeración histórica, y no un cóctel todos-contra-todos?
Dado que estamos hablando de un arco de tiempo que supera las cinco décadas, y que además cubre una inmensa gama de subgéneros y tendencias, me decidí por una presentación que mezcle los enfoques cronológico y estético. Previsiblemente, se empieza por lo más antiguo y se acaba por lo más reciente -pero ello no impide que bandas relativamente recientes como Los Protones, Comfuzztible y Manganzoides, que abrevan con fruición en el instro-garage-surf-beat de la segunda mitad de los 60s; se acomoden en la sección correspondiente. Una situación similar a la de Nudo De Espejos (formación que aleaba prog rock, psicodelia, ramalazos de kraut) y Wreck (punk a secas), que iniciaron andanzas en el 2001 y se hallan ubicados respectivamente en las cuadras progre y punk. Vertebrar un recuento que intercale al azar edades y estilos no es aconsejable ni siquiera para aquellos que mal que bien conocemos los intrilingüis del rock y la electrónica locales. Con sus pros y contras, sugiero acatar el orden prescrito. En cualquier caso, no hay sino que elegir la opción “random” del reproductor para obviarlo.
(Por cierto, en realidad son 50 los años cubiertos, no 55. Todas las fuentes enteradas coinciden en señalar al mini LP epónimo de Los Millonarios Del Jazz como la primera referencia rockera bajo estos cielos -verano de 1957-. No les incluyo porque sus cuatro surcos están grabados en inglés, tres de ellos son covers, dos de sus cinco integrantes no eran peruanos, y hasta ahora nadie se ha dado el trabajo de digitalizar decentemente ese mítico vinilo.)
En cuanto a por qué unos sí y otros no, confieso que se trata de una sencilla cuestión de gustos. Algunas veces, éstos coinciden con piezas reconocibles como paradigmas del buen hacer de nuestros músicos/no-músicos. Algunas otras veces, el escucha se verá gratamente sorprendido por la manufactura de canciones y/o instrumentales que desconoce. Pocas veces, eso sí, este compendio estará de acuerdo con la “versión Marca Perú” que de esta historia ofrecieron en algún momento los medios masivos: por fuera, una “comunidad” ingenuota e inicua; por dentro, parafraseando a Umberto Eco, una verbena de mala fe, zancadillas y excomuniones recíprocas.
Y es que, tras el golpe de Estado del general Juan Velasco Alvarado (1968), el rock dejó paulatinamente ser enfocado por radios y televisoras como lo que ha sido desde que superó su adolescencia rocanrolera: una fuerza incontrolable de desafío, irreverencia, renovación y vitalidad -un espíritu rebelde/trasgresor/exorcizado que no conoce de edades, que habla a los corazones jóvenes de cualquier década, desde una tradición propia forjada en el constante cuestionamiento de sí misma. En otras palabras, arte que se ha reinventado derribándose para reconstruirse, destruyéndose para reedificarse, sin olvidarse jamás de criticar el pretendidamente perfecto modus vivendi/status quo pregonado por la adultez. Ni qué decir de la electrónica, que recién abrió los ojos durante la segunda mitad de los 80s (y que en principio no reconoció el antecedente de la escena electroacústica peruana de los 70s, cuyas figuras señeras ya abandonaron este valle de lágrimas: Édgar Valcárcel, hace dos años, y recientemente César Bolaños).
Acaso al dejar en claro que mi gusto particular ha dictaminado qué va y qué no va, acabo de desanimar al escucha a adentrarse en este universo. Acaso acabo de alentarlo. Consecuentemente, este Orbius Tertius de tiempos y sonidos es una suerte de espejo: dice algo de mí, y a través suyo disemino un buen cúmulo de ideas sobre lo que creo son el mejor rock y la mejor electrónica peruanos.
II
Existe otro sentido en el cual esta compilación es también una superficie refractaria. Para quien se haya consagrado al bizantino estudio del rock y la electrónica, sus orígenes y evoluciones; será evidente que la selección duplica el esquema patentado por sus pa(d)res del Primer Mundo. Quienes así lo consideren necesario, pueden agrupar los archivos de audio en la siguiente ronda de carpetas:
- 02 Garage Proto Psicodélico Y Proto Punk: de “0059 Los Sideral’s-Hippie” a “0102 Manganzoides-Ganímedes”.
- 03 Psicodelia, Fusión Latina Cosecha 70s Y Hard Rock: de “0103 Presidente Morsa-Sal Roja” a “0138 Laghonia-Mary Ann”.
- 04 Psicodelia Dura, Space Rock Y Heavy Rock: de “0139 Serpentina Satélite-Madripoor” a “0165 La Ira De Dios-5000 Años”.
- 05 Prog Rock -Trasvases Y Fusiones Ad Hoc-: de “0166 Frágil-Obertura” a “0193 Frágil-Oda Al Tulipán”.
- 07 Post Punk: de “0286 Los Erizos-Rastrera” a “0300 Narcosis-Danza De Los Cristales”.
- 08 Dark-Gothic Rock: de “0301 Voz Propia-Hasta El Fin” a “0394 Voz Propia-Noventas”.
- 09 Ethereal Music, Noise Rock, Shoegazing Y Afines: de “0395 Catervas-Raros Presentimientos” a “0458 Fractal-Mis Lágrimas En Tu Rostro”.
- 10 Electrónica Pre-Detroit -Synthpop, Trance, E.B.M., Techno Industrial, Industrial Y Afines-: de “0459 Eléctrica De Lima-Hombre Antena” a “0570 Kyleran-Geometric”.
- 11 Metal, Grind-Noise, Crust-Core Y Afines: de “0571 Dios Hastío-El Odio Te Alcanzará” a “0590 Dios Hastío-Raza De Gusanos”.
- 12 Inclasificables Afines Al Metal Y Al Noise: de “0591 Retrasados De Hojalata-Hemingway” a “0604 Retrasados De Hojalata-La Máscara Del Demonio”.
- 13 Pop Rock 80s, 90s Y 00s: de “0605 JAS-Ya No Quiero Más Ska” a “0663: Madre Matilda-Manos Blancas”.
- 14 Rock Mestizo, Ska, Reggae, Dub, Lounge Y Fusiones Afines: de “0664 Delpueblo-Escalera Al Infierno” a “0735 Delpueblo-Posesiva De Mí”.
- 15 Funk-Core O Trash Hop: de “0736 Arfaxed-Stampas” a “0739 Extremo Sur-Ladra”.
- 16 Inclasificables Proto-Indie Rock: “0740 Camarón Jackson-El Hueco” y “0741 Santiago Pillado Y José Antonio Mesones-Mi Perro Poodle Tiene Pulgas Negras”.
- 17 Indie Rock: de “0742 Ertiub-Caricia Mental” a “0868 Plug-Plug-Bye Bye Lima City Rockers”.
- 18 Ambient Pop: de “0869 Ciëlo-Éste Es mi Avión” a “0924 Ciëlo-Transformador”.
- 19 Neopsicodelia: de “0925 Hipnoascención-Emoliente” a “0947 Hipnoascención-Retro”.
- 20 Post Rock Y Afines: de “0948 El Divino Juego Del Caos-...Es Una Puta Vía De Escape” a “1009 Evamuss-Xul”.
- 21 Electrónica Lo-Fi, Ruidismo Y Afines: de “1010 Wilder Gonzales Agreda-Sweet Oscillations” a “1081 Evamuss-Dí-Sol”.
- 22 I.D.M., Post I.D.M., Indietrónica (Y Algo De Trip Hop): de “1082 Silvania-Lunik” a “1142 Elegante-No Mates Más Toros Por Favor”.
- 23 Rocktrónica Y Dance: de “1143 Theremyn_4-Al Fin Te Encontré Mañana” a “1183 Theremyn_4-Escape En un Simulador De Vuelo”.
- 24 Drum’N’Bass O Jungle: de “1184 Luján-Dos Más” a “1200 Luján-Latin Drums”.
Evidentemente, no se trata de una secuencia lineal. Con sobradas reticencias, puede afirmarse que el rock y la electrónica observaron sucesiones de este tipo hasta la aparición del punk (1977) y los días de inextinguible gloria de Kraftwerk (curioso, también 1977), respectivamente. Luego de esos avatares, las (r)evoluciones paralelas se convirtieron en norma. Un árbol de muchas ramas representaría este devenir histórico mejor que el propugnado “mapeo” de files.
Así y todo, no deja de ser revelador que de este atlas de carpetas se desprendan a priori algunas conjeturas sobre el rock y la electrónica de estos suelos. Habiéndose considerado todos los dialectos de ambos lenguajes, es notoria la ausencia de apartados glam y disco, así como también la falta de un file consagrado al rockabilly. De igual modo, la electrónica ha sido segmentada en varias partes: una incrustada entre la carpeta ‘etérea/noise rock/shoegazing’ y la carpeta ‘metal/grind noise/crust core’, otra entre la carpeta ‘indie rock’ y la carpeta ‘neopsicodelia’, y el resto posicionado luego de la carpeta ‘post rock/afines’.
En los dos primeros casos, es lícito suponer que el endurecimiento del velascato quebrantó el proceso de transmisión en la tradición rockera, generándose un espantoso vacío entre 1975 y 1980. Aún diría más, la fuerte carga de sexualidad liberada por el glam rock y la música disco (aghhh) apenas podía tolerarse en Europa y la Unión Americana: una situación equivalente en nuestro tercermundista país hubiera sido insostenible, y por ello impensable -de ahí la casi absoluta ausencia de émulos nacionales de Earth, Wind & Fire; New York Dolls, T-Rex y compañía. La experiencia disco ETC/The Rollets de algunos ex We All Together es tan efímera como prescindible (ufff). De otra parte, en el tercer caso, no hay un solo cultor puro medianamente decente de rockabilly que haya nacido en estos predios (quizás algunos tendrían a bien rescatar a Vaselina o a Los Suplentes).
Por lo que respecta al entrecortado “despliegue” de la tradición electrónica, éste se debe a la inexistencia de una corriente marca Detroit en tierras incas (económicamente inviable en su momento histórico). El techno que facturasen Underground Resistance, Juan Atkins, Derrick May, Kevin Saunderson, Plastikman y Cybotron nunca germinó/encontró eco aquí. De la E.B.M. (siglas de “electronic body music”) y contadas reyertas techno industriales, nuestros paisanos pasaron sin escalas al ambient pop, al noise digital, a la I.D.M. (siglas de “intelligent dance music”), al mestizaje rocktrónico y -brevemente- al escurridizo drum’n’bass. De ahí que esa primera carpeta hipotética pareciera tener poco o nada que ver con las siguientes (con ciertos sonrojos, Kyleran es el único compatriota que puede jactarse de haber probado fortuna con el Detroit techno). Por siaca, nótese que no menciono a los DJs pinchadiscos: el turntablism más elemental, el que ellos abrazan, se me antoja válido como mera técnica, no como género musicológico. Al menos el house post 2000 sí se esfuerza en crear. Y la materia prima sampladélica del mash-up es tan microscópica, que lo convierte por derecho propio en un mundo aparte.
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