Public Image/First Issue (Virgin, 1978) Metal Box (Virgin, 1979) Flowers Of Romance (Virgin, 1981)
¿Qué tan aburrido sería el rock sin el punk? En 1977, Johnny Rotten escupía su alienación con la fuerza e inmediatez de un vendaval sonoro totalmente sedicioso. En menos de un año, a pesar de su furibunda arremetida, el ánimo que inculcó dicha brega se desplomaba en medio de sobredosis y aburrimiento. Era el fin de una era que, si bien marcó con fuego el rumbo del quehacer musical, perjudicó a algunos de sus involucrados. Rotten, nombre de guerra de John Lydon, siempre más lúcido y altanero que los demás, dio un paso atrás. ¿Qué fuerza motivadora puede encontrar una persona en el simple hecho de ver que sus expectativas mutaron en un fiasco de dimensiones inabarcables? Inquieto como él solo, lo que vino después fueron dos pasos delante de sus coetáneos.
P(ublic).I(mage).L(td). existe gracias al aburrimiento de John Lydon. El ex The Sex Pistols no quería saber más de la escena punk de fines de los setentas, ya no le encontraba nada divertido (“No Fun”, cover de los Stooges, fue la última canción que cantó en vivo para los Pistols, cerrando con esa famosa línea “¿has tenido la sensación de que has sido engañado?”). Es más, ya no le gustaba el rock. Hasta me da la impresión de que P.I.L. nace precisamente para no gustar. Y no temo equivocarme al afirmar que esta nueva agrupación fue creada deliberadamente para irritar a sus fans.
Public Image/First Issue, primera edición en largo de P.I.L., es en primer lugar desconcertante. Como queriendo provocar auténtico asco en la feligresía punk, comete el mejor de los suicidios: arrancar un disco con un corte de nueve minutos. Tal extensión sólo se entiende como fehaciente ruptura con un pasado al que no se le profesa ningún tipo de apego. El debut es una cabal transgresión para un ícono del ’77: temas largos, canciones sin gancho, filia al minimalismo kraut rock y, eh... profesionalismo. Hay vehemencia y confrontación. Pero sobre todo, ganas de ser algo más siendo él mismo.
Siempre que me pregunto por qué Lydon decide que su primera canción post Pistols sea “Theme”, me asalta una sonrisa. Me pregunto cuántos oyentes revisaron la etiqueta del LP para ver si no se los habían cambiado en la tienda de acetatos. Cuántos habrán revisado la aguja del tornamesa para ver si no estaba repitiendo el mismo surco una y otra vez. A cuántos les habrán quedado ganas de seguir escuchando las otras siete canciones, luego de los 9 minutos iniciales. Porque si prefirieron sacar el álbum del tocadiscos para reventarlo en la cara del buen Johnny, es porque esperaban una clonación del Nevermind The Bollocks pistoliano (Virgin, 1977), y no un vinilo que ahora más que antes los desafíe. “Religion I” (segundo tema del disco, cantado a capela) y “Religion II” (versión musicalizada de la anterior), colocados seguidos, son dos bombazos que te escarapelan. “Low Life” y “Attack” son lo que pudo haber sido su anterior grupo de mantener la sanidad y el buen gusto en la música.
Acusar al Public Image/First Issue de plano y monótono sería injusto, porque más allá de lo machacante del cierre de “Fodderstompf” y su obvia referencia a Can, sí hay surcos que encajan en un formato canción clásico. “Annalisa”, aún con lo desaforado de su interpretación, se ciñe a esta descripción, pero la obra maestra de este segundo debut es sin duda “Public Image”, composición autotitulada que destila rabia y desencanto, con una interpretación vibrante de Lydon y una afiatada instrumentación (que en esta caso corre por cuenta de Keith Levene y Jah Wobble en guitarra y bajo, respectivamente), y que resulta tan o más radiable que cualquier hit punkie que se te venga a la memoria (y sí, me estoy refiriendo a esa canción). Así, de puro disgusto, Lydon y compañía inocularon el virus del post punk en la escena británica. Los grupos que llegaron después son aquellos que con seguridad ahora a ti te deben resultar imprescindibles.
¿Cuál sería el siguiente paso para P.I.L.? ¿Repetiría el plato el inquieto John o volvería a mandar todo a la mierda? Evitando cualquier atisbo de intencionalidad hacia una nueva ruta complaciente, el carácter transgresor del intranquilo cantante se sigue manifestando. Metal Box sale un año después, dentro de una lata de película, en donde se encontraban tres 45 rpm, con un vil papelito como track list. Todavía con la sombra de los Pistols proyectándose sobre sí, y con un halo de resignación que lo circunda, Lydon y sus dos socios se las ingenian para seguir retando al oyente, ahora con serios coqueteos con el dub y -horror- la música disco.
Exigente en forma y fondo, Metal Box -nominalmente un disco doble- arranca nuevamente con una hipérbole: “Albatross”, 10 minutos de enajenamiento proto-post-rock que cierran definitivamente la etapa punk de la trayectoria de Lydon. “Memories” es tan bailable e hipnotizante como cualquier track de Kraftwerk: tanto aquí como en el anterior, las baterías simplemente sirven de acompañamiento, ya sea para fungir de drone irritante o remarcando con acento colérico la atmósfera de la canción. Lydon sigue tratando su voz con la antipatía propia de un terrorista, y pondera las canciones de ese tono siniestro que las acordona. Habla de crímenes, secuestros y ultrajes, habla de la muerte como un hecho tan cercano y a la vez escalofriante y totalmente devastador (“Swan Lake”, que contiene un homenaje a Tchaikovski, es una elegía concebida tras la partida de su madre).
“Careering” y “Poptones” ayudan a cimentar la reputación post punk de la placa, a la vez que “Chant” debería considerarse una de las canciones más desesperantes a las que cualquier humano se pueda someter, 5 minutos de franca iteración maquinal con Lydon atosigándote los oídos repitiendo el título infatigablemente. El descaro es mayúsculo cuando llega el cierre con “Radio 4”, una balada hecha de sintetizadores que sabe tan gloriosa como cachacienta, cortesía de Levene. Metal Box muestra una química musical provocadora que tristemente quedó mellada por vicisitudes como el alcoholismo, la drogadicción y el retraimiento. Consecuencia: Wobble es largado.
Lejos de autodestruirse, Lydon y Levene se hacen de un baterista que dota de personalidad a su siguiente proyecto: Martin Atkins. Flowers Of Romance -editado después del directo Paris Au Printemps (Virgin, 1980)- se toca teniéndolo como soporte, con una ejecución que se pasea entre lo tribal y el drone. Muchas de sus ejecuciones son invariables y repetitivas hasta el hartazgo. Tan minimalista como la circunstancia lo exige, P.I.L. se desentiende de la ausencia de bajo y hace de esa falta de instrumento (más allá del ejecutor) un plus a su propuesta. A lo mucho, Levene se encargará de percutar alguna nota (pues lo que hace por ejemplo en “Track 8” es golpear algunas cuerdas y listo), pero todo gira en torno a la guitarra, alguna cama de sintes y la escalofriante voz de Lydon. Avant garde en estado puro.
Ya desde el título, “Four Enclosed Walls” rubrica esa sensación de paranoia y enajenación que pinta de cuerpo entero al reformado trío. La claustrofobia de esta primera canción brota apenas la aguja golpea el vinilo, mientras que la percusión machacante parece azuzar los desvaríos vocales de Lydon, gimiendo cual crucificado, y te hace desear que acabe ya con su penitencia. “Phenagen” no es menos encrispante, todo un suplicio a pesar de su corto recorrido. El ánimo (que no la sanidad mental) mejora algo con las tribales “Under The House” y el tema autotitulado del disco, donde la voz de Lydon es sometida a efectos de sonido para darle cierto ambiente espacial.
La segunda mitad llega con el desordenado instrumental “Hymie’s Him”, mezcla bizarra de percusión y teclados en donde Lydon no canta ni una nota, y las semillas del rock industrial pueden rastrearse. La amenaza sigue a pie juntillas con “Banging The Door”, en la que francamente P.I.L. parece estar marchando hacia tu puerta para destrozarla (y aquí sí hay un bajo que hace algo más que ser golpeado). La batería sigue teniendo una presencia considerable, como en todo el FOR, en “Go Back”, aunque es Levene quien se muestra más versátil que nunca en su guitarra. Lydon continúa profiriendo palabras, con o sin sentido, no importa, pero siempre diciéndolas desde las entrañas. El inesperado caos final lo aporta “Francis Massacre”: gritos, percusión, notas de piano al azar, ruidos -insanía en tres minutos y medio.
En apenas 4 años y 3 discos, John Lydon se reinventó gracias a ese odio que despotricaba de todo lo que no concebía como aceptable -la autoridad, la complacencia- y a una genuina atracción por explorar sus propios confines musicales. Canciones impagables como “Public Image” y discos tan desafiantes/perfectos como Flowers Of Romance nos hablan de una persona que se resarció de una estela que pudo apagarse en la mediocridad, pero prefirió emitir su fulgor en la búsqueda de nuevas formas de expresión musical. No hay nada más punk que eso.
Cristhian Manzanares
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ENLACES RECOMENDADOS
http://www.discogs.com/artist/Public+Image+Limited?anv=Public+Image+Ltd. (en Discogs).
http://es.wikipedia.org/wiki/Public_Image_Ltd. (en Wikipedia).
http://hymieshim.blogspot.com/2011/01/public-image-ltd-death-disco-12-single.html (en HymiesHim).
http://inmassmind.blogspot.com/2010/11/public-image-ltd-that-what-is-not-1992.html (en In Mass Mind).
http://www.musicopolis.es/john-lydon-habla-sobre-la-posible-reunion-de-sex-pistols/200662011/ (en Musicópolis).
http://www.britnoise.net/2010/11/se-retrasa-lo-nuevo-de-public-image.html (en Brit Noise).
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