Después de los Estados Unidos y la India, la pluralidad y/o diversidad de razas presente en el tejido social peruano nos transforma en una de las naciones etnológicamente más ricas de la Tierra. Sin embargo, nuestra reacción intolerante como sociedad ha transformado esta multiplicidad cultural en una tara profundamente arraigada en cada uno de los individuos del país. Es así como se origina el problema peruano del racismo: la intolerancia y el afán de buscar la superioridad entre nuestros semejantes han agudizado cada vez más este conflicto, haciéndole alcanzar prioridad uno en la agenda de obstáculos que debemos encarar todos.
Brasil, uno de nuestros vecinos más próximos, también atravesó este intrilingüis social, que buscaron solucionar promoviendo el matrimonio interracial. Como señala Thomas Skidmore en su libro sobre las ideas raciales en Brasil, los liberales abolicionistas de fines del siglo XIX, si bien rechazaban discursivamente el racismo; planteaban que el mestizaje podría “blanquear” a la población (lo que sugiere que los genes europeos vencerían a los afro-descendientes). Por razones equivocadas, pues, promovieron el matrimonio interracial -de manera que, si las nuevas generaciones no se hacían más blancas racialmente, al menos lo harían culturalmente.
En la ribera opuesta, los peruanos deploramos el mestizaje. Estamos en contra de que nuestra familia chola se junte con una familia anglosajona o blanca por el rencor ¿subconsciente? que lastra nuestra historia de esclavitud y explotación europeas. Asimismo, una familia peruana blanca de origen anglosajón o europeo tiende a desaprobar su propia fusión con una raza considerada inferior como la chola, la indígena o la negra.
Aunque todos nacemos premunidos con el derecho constitucional a la igualdad, éste no es respetado en su totalidad debido al raquitismo de nuestro “pintoresco” Estado. Que el derecho natural a la igualdad esté claramente descrito y explicitado en una norma de mayor jerarquía, convierte a dicho derecho en un principio básico para la unidad social y el desarrollo integral de los demás derechos. En otras palabras, la Constitución niega tácitamente la existencia de razas diversas -y, por el contrario, afirma que, para efectos jurídicos, solamente existe una raza: la humana. Por ende, ningún sujeto de derecho puede ser víctima del racismo: en caso contrario, se estaría violentando uno de sus derechos fundamentales.
Es imposible mostrarse indiferente ante la realidad social de nuestra patria. El racismo existe y ha existido por siglos en el Perú. Frente a ello, cabe preguntarnos por qué aún no hemos encontrado la fórmula que evite/solucione/extinga por completo este cáncer. ¿Es que acaso, cuando decimos “todos somos iguales”, lo hacemos con el propósito de negar que, en el fondo, nos consideramos superiores o inferiores por nuestro fenotipo o color de piel? ¿Estamos solapando el racismo al no denunciar conductas discriminatorias injustificadas? ¿O es que hemos interiorizado el sentirnos diferentes y/o excluidos por ser más o menos blancos que otros?
Gonzalo Portocarrero define al racismo como un modo de dominación social que se funda en identificar diferencias entre las personas, diferencias que son integradas para dar lugar a una clasificación que va de un extremo superior (lo moral, sabio y hermoso) hasta otro inferior (lo perverso, ignorante y horrible). En el racismo, contrariamente a otros modos de jerarquización social, las diferencias son naturalizadas; es decir, son vistas y postuladas como sustanciales e insuperables. En alguna medida, toda colectividad humana tiende hacia el racismo. Los semejantes entre sí suelen producir una imagen del otro, del diferente, como inferior: sus rasgos son feos, su lenguaje es ridículo y sus costumbres no son las normales. Esta tendencia puede variar mucho, pero es un hecho que despreciar al otro vigoriza la propia autoestima. Frente al foráneo, las afinidades resaltan de modo que los miembros de una comunidad se sienten más cercanos y próximos.
Ergo, es lícito concluir que el problema del racismo tiene su origen en una deficiente autoestima, en la no aceptación de cada individuo de sus propias características físicas (como el color de piel, la forma y color de cabello, entre otros). Quien no se siente bien consigo mismo necesita encontrar a alguien frente a quien sentirse superior y a quien discriminar. Esto ocasiona que las personas busquen jerarquizarse y ejercer un poder inexistente sobre las razas consideradas inferiores. Es así que, por ejemplo, en muchos locales de Lima y Cuzco prohíben el ingreso de personas “no blancas”. Si bien estas prácticas discriminatorias son ilegales, los empresarios siempre buscan la forma de sacarle la vuelta a la ley. Y como bien reza el conocido dicho “hecha la ley, hecha la trampa”, muchos de estos locales no han sido sancionados.
Podría pensarse que estos comportamientos racistas atentan contra la propia economía de mercado al fijarse en la raza del comprador y no en su poder adquisitivo, pero algunos locales racistas precisamente venden un ambiente “whites only” que ciertos peruanos blancos, jóvenes o viejos, disfrutan sin mayor remordimiento, como afirma Wilfredo Ardito.
Por otro lado, al margen de todo lo ya mencionado, el racismo tiene otra dimensión: aquella que abarca la diferenciación entre miembros de una misma raza. Julio Ramón Ribeyro grafica esta situación literariamente en una de sus obras más acabadas: “Alienación”. En este “cuento edificante seguido de breve colofón”, un zambo que no quería serlo evitaba cualquier relación con gente de su misma raza, llegando a discriminarlos. Entonces, ¿cuál es el verdadero fundamento u origen del racismo? ¿Es la discriminación de una raza superior a una inferior? ¿O es la no aceptación de la propia raza como una raza diferente pero igual de importante que cualquiera?
Las categorizaciones de las razas y las historias que las envuelven determinan el carácter de las mismas. No obstante, el problema se agrava cuando las razas dominadas interiorizan la inferioridad que la raza dominante les trasmite y llegan a aceptarla como algo natural. “Cholo Soy Y No Me Compadezcas” podría sonar a frase enorgullecedora que los indígenas cantan a todo pulmón; bien vista, paradójicamente, la canción de Juan Abanto Morales establece un estereotipo sesgado de la raza: “Déjame En La Puna, Vivir A Mis Anchas, Trepar Por Los Cerros Detrás De Mis Cabras/Arando La Tierra, Tejiendo Los Ponchos, Pastando Mis Llamas”. De igual manera, esas líneas denotan cierto rencor hacia los blancos, patrones o “aquellos que sin trabajar se enriquecen”. ¿Es que nosotros los cholos no podemos surgir, salir adelante y ser considerados igual que los blancos? ¿Por qué se nos tiene que asociar con la idea de campo, sierra, ganado, asentamientos humanos y/o invasiones; mientras que a los blancos se los relaciona con la idea de haciendas, oficinas y/o distritos acomodados?
“Blanco que corre es atleta, cholo que corre es choro”, suena un chiste popular que en el fondo subraya una falta de autoestima e identidad dentro de cada raza -ya que es común escuchar esta misma gracia o variaciones suyas dentro de grupos de razas distintas a la blanca. En otras palabras, lo que pretendo decir es que somos nosotros mismos los que nos auto-discriminamos: somos nosotros los que hemos interiorizado que somos inferiores que alguien más blanco o rubio y nos sentimos incapaces de lograr algo como ellos. Los consideramos privilegiados, cuando el fenotipo o color de piel no es factor de ninguna ventaja. Por ello, propongo que tan importante como pedir ser respetados y no diferenciados ni excluidos por nuestra raza, sea también respetarnos, identificarnos y sentirnos orgullosos de lo que somos y de nuestros orígenes.
Cabe mencionar que el racismo no es un unilateral, o sea, no se manifiesta únicamente de blancos a negros o cholos -sino que, por el contrario, se hace presente en la existencia de conductas diferenciadas bilaterales y entre miembros de la misma raza y de razas distintas. De ahí la complejidad y reciprocidad del problema. Desde la Colonia, arrastramos la idea de que la capacidad intelectual, belleza física y el status son propios de la raza blanca. Es hora de que todos, blancos, negros o cholos; nos liberemos de ella y abramos nuestros horizontes.
Wilfredo Ardito afirma que actualmente el dinero, la posición social, el nivel educativo y el cargo que se ocupa; pueden hacer que muchas personas olviden el aspecto racial. Pero también es cierto que, cuando estos factores no son evidentes o visibles, las personas pueden padecer maltratos o ser discriminados. De hecho, muchas personas cuyos rasgos físicos son puntos de discriminación enfatizan siempre dónde viven, qué cargo ocupan y en dónde han estudiado, con la finalidad de ser respetados.
En el Perú existe un racismo enmascarado que se fundamenta en la culpa y el rechazo tanto a razas distintas como a la propia raza, que se suele considerar inferior. Este sentimiento se encuentra tan cimentado en la sociedad, que resulta imposible de solucionar. A despecho de ello, es imprescindible cambiar el esquema y forjar una cultura social de tolerancia, donde todos, a pesar de nuestras diferencias raciales, seamos considerados iguales y podamos tener acceso a las mismas oportunidades. De lo contrario, el racismo sólo es un reflejo del sentimiento social de antidemocracia, ya que es imposible actuar libremente y participar colectivamente en una sociedad donde las jerarquías raciales subsisten. Propongámonos el reto desde ahora, cambiemos nosotros mismos, aceptémonos con orgullo y convirtámonos -al igual que Estados Unidos y Sudáfrica- en países donde las prohibiciones o desigualdades por factores raciales ya no son una realidad.
Andrea Jiménez Garay
ENLACES RECOMENDADOS
Gonzalo Portocarrero: “Tesis Sobre El Racismo” (Perú, 25 de Abril del 2008), disponible en http://gonzaloportocarrero.blogsome.com/2008/04/25/tesis-sobre-el-racismo/ y “Hacia Una Comprensión Del Racismo” (Perú, 27 de Septiembre del 2006), disponible en http://gonzaloportocarrero.blogsome.com/2006/09/27/hacia-una-comprension-del-racismo/ (Página De Gonzalo Portocarrero).
Wilfredo Ardito: “Racismo En El Perú: ¿Seguirá La Impunidad?” (Perú, Julio del 2005), disponible en http://saguesa.blogspot.com/2005/07/ambientes-whites-only.html (Origami Con Los Boletos Del Micro).
Néstor Valdivia: “¿Somos O No Somos Racistas Los Peruanos?” (Perú, 4 de Marzo del 2009), disponible en http://www.eldiplo.com.pe/%C2%BFsomos-o-no-somos-racistas-los-peruanos%3F (Le Monde Diplomatique: Edición Peruana).
Julio Ramón Ribeyro: “Alienación (Cuento Edificante Seguido De Breve Colofón)”, disponible en http://www.scribd.com/doc/6474875/Alienacion-Julio-Ramon-Ribeyro (Scribd.com).
1 comentarios:
Pienso que el racismo, cuando no es resultado de la simple e irreflexiva ignorancia, muchas veces expresa, más que una seleccion de color de piel, una selección de identidad cultural. Del comportamiento diferente del otro que no encaja en el círculo familiar social de un individuo.
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