AUTECHRE: EL FUTURO PROMETIDO QUE NUNCA LLEGÓ

18 de mayo de 2012

 

Quiero ir al fondo del asunto,
hoy quiero soñar mi vida
para disfrutar la independencia del hombre solo,
solo y enfermo de sangre marchita.
Esta noche quiero dormir mi muerte,
(como todos y como nadie)
con nueva compañía.
Alguien que suela jugar como niña y como mujer,
alguien que preste atención al silencio,
alguien que ría como la primera mujer en el mundo,
alguien que recuerde
pero que no sepa nada,
nada de lo que hay en el Cielo y en la Tierra.

Jorge Antonio Buckingham
(Fragmento del poema
“Somos Solos, Mi Vida”,
inspirado en el LP5)


Resulta increíble cómo el panorama de fines del siglo XX, que pintaba para un exquisito desenfreno estilístico en predios de la música electrónica, devino en esta suerte de limbo que hoy nos ha tocado sobrellevar. Eran ciertamente los días de gloria del sampling y del dub, del trip hop y del scratch, del ambient y del post rock, del drum’n’bass y del easy listening, del ruidismo binario y del gabber. Los albores del siglo XXI dejaban entrever, para las huestes electrónicas, una edad de oro cuyo horizonte parecía ilimitado.

Pero todas las predicciones, incluso las más prudentes, se fueron al tacho. Y con ellas -o mejor dicho, antes de ellas-, la trayectoria de uno de los puntales más prominentes de esta asonada digital. En efecto, Autechre, piedra filosofal compuesta por Sean Booth y Rob Brown, también vio declinar su más que prometedora carrera con discos cada vez menos turbulentos. De grupo absolutamente imprescindible y de referencia obligada, a binomio que bajó las revoluciones de su proceso creativo para vivir de un pasado que (eso sí) continúa deslumbrando. Tiende a pasar, pero eso no lo hace menos traumático.

AÑO CAPICÚA: 1987

Hace unos días nos llegó la dolorosa noticia de la muerte del gran Adam Yauch, miembro de los queridos Beastie Boys. Francamente, uno solía pensar que estos tipazos eran inmortales -si no, chequeen el guiño que Matt Groening les dedica en Futurama (temporada 1, capítulo 9).


Este triste suceso nos hizo recordar que, en Loops: Una Historia De La Música Electrónica (2002), Javier Blánquez señalaba los inicios b-boys de Booth y Brown. Si no supiera que lo dice la biblia-de-la-música-electrónica-de-todos-los-tiempos, también a mí el dato me sonaría a broma(/)improbable. Otras versiones apuntan a productores caseros que se escurrían entre el mixtape y un muy rudimentario y prototípico mash up. En cualquier caso, lo de Autechre como entidad electrónica creadora fue radical desde un principio: no sólo cortó con esa nebulosa prehistoria, sino que se planteó como heredero directo de Kraftwerk, Brian Eno, John Cage y Karlheinz Stockhausen.

La primera vez que se les oyó mencionar por aquí fue gracias al Delay Tambor (Stereophonic Elefant Dance Recordings, 1996), fabuloso disco de remezclas de los extintos Silvania: allí consumaban una fascinante transmutación de “Un Bosque En la Memoria”. La ocasión se prestó para saber un poco más sobre ellos: que desde siempre fueron dos, que habían sido fichados por Warp después de un entripado con Wax Trax, que tenían tres discos en circulación (pero que sus singles y EPs eran muchos más), y que manejaban una licenciosa identidad paralela como Gescom (tras clausurar la más antigua de Lego Feet, usada sólo en un white label de 1991).


Tres años más tarde, empezaron a llegar a Lima sus álbums: rodajas extrañísimas pero sorprendentemente comunicantes, que aprovechaban todo tipo de tecnologías disponibles para producir sonidos contrastantemente cálidos en progresiones siderales y futuristas zarabandas de emociones (sobre)humanas. Un estudio angular del Sonido, que bebía de los nombres dos párrafos arriba citados, pero también de la música analógica (a través de sintetizadores de esta naturaleza). Aparentemente, dos geniecillos curtidos en la manipulación sonora. Aparentemente.

TODAS LAS FIESTAS DEL MAÑANA

En realidad, aunque su background suene culturoso, Autechre no perdía oportunidad para demostrar lo contrario, sin ser autorreferencial y sin caer en los lugares comunes de la estética ambient-electrónica. Más allá de sus texturas cuasi barrocas, de su cultivada selva inextricable de pistas, loops y laberintos rítmicos de espíritu zigzagueante, más allá de sus asombrosas rugosidades o su bien ensamblado metalismo superficial; estos británicos empleaban/predicaban un metodismo compositivo minimal, instintivo e incluso pop -que no lo parecía debido a un sencillo efecto de superposición utilizando numerosas capas.


Cómo entender si no el Tri Repetae, disco al que le queda chico el mote de “conceptual” -donde ni el empaque plástico ni la portada te indican que se trata de Autechre, ni que se trata del disco en mención, ni que son dos CDs de 75 minutos cada uno. Cómo comprender si no el inmediatismo que los asaltaba al bautizar sus creaciones, cacofonías léxicas que algún despistado rockista podía endilgar a un snob amago de neo-lenguaje inventado por ellos mismos. Escarbando en el interior de cada álbum lanzado entre 1993 y 1998, siempre encontramos a la dupla facturando suites impregnadas de un glorioso esencialismo primordial. Siempre. Lo que varía es, digamos, el esfuerzo por encontrar el camino. Incunabula, notable inicio de operaciones allá por 1993, lo tenía a flor de piel. En la otra esquina, el LP5, obra maestra e inobjetable primer puesto de 1998, por encima incluso del genial Mezzanine (Virgin) de Massive Attack o el Music Has The Right To Children (Skam/Warp) de Boards Of Canada; exigía bastante para percibir la grandeza de esta mancuerna que había forjado su propio ascenso artístico al Parnaso del Sonido.

Y lo mejor del Autechre de esas fechas es que su simpleza encubierta le ayudaba a materializar un flash forward a largo plazo, logrado con tanto acierto que de aquí a cien años conservará sin duda su vigencia -es perfectamente posible que, pese a su errática andadura posterior, se les recuerde como los pioneros de ese hipotético mañana. En los plásticos del Ae 93-98 hay mucho de psicología explorativa, de intuición omnisciente -me traen siempre a la memoria las escenas más líricas, desoladoras y deprimentes del cine y la literatura de la ciencia ficción, ésas con las que sientes que caes en un angustiante vacío existencial, considerando la inmensidad del universo y la pequeñez de la vida del Hombre. Apolíneo y dionisíaco a un tiempo, lo hecho por Autechre en ese puñado de discos justifica largamente contarlos entre los poquísimos grupos que trascienden su propia época.

(¿SÚBITO?) ANTICLÍMAX

Desgraciada o previsiblemente, el dueto no supo mantener igual de alta la vara después del LP5. Salvo su primer Peel Sessions (Warp, 1999), espeluznante zambullida alienígena hacia insondables orbes transgalácticos, el EP7 (Warp, 1999) y el Confield (Warp, 2001) -aunque excelentes- ya evidenciaban cierto desgaste. En estos trabajos, es difícil distinguir si estaban tratando de mejorar/forzar la fórmula y afinar su ejecución, o si comenzaban a quedarse sin ideas. Fuera lo primero o lo segundo, su ritmo de publicación bajó después del Confield: Draft 7.30 (Warp) llegó a las tiendas a mediados del 2003, y Untitled (Warp), que supuso el desbarranco definitivo de sus días dorados, salió a fines del 2005.


Quaristice (Warp), aparecido en el 2008, prometía despertarles de un prolongado letargo -en inédita coincidencia, Third (Island Records, mismo año) de Portishead y A Pale Blue Dot (Lo Recordings, mismo año) de Red Snapper practicaba jugada similar-. Pero el desperezo no alcanzó al Oversteps (Warp, 2010), último disco a la fecha.


Es discutible adivinar si Autechre será reivindicado por la lejana posteridad. La instauración de la retórica autechreana como paradigma y la previsible avalancha de émulos a fines de los 90s no bastaron para instaurar una tradición ruido-electrónica independiente de sus inspirado(re)s modelos. Pero la Historia suele enseñarnos que no es descabellado pensar en revaloraciones ulteriores. Mientras tanto, consolémonos pensando que una vez fuimos partícipes entusiastas de un futuro que nadie pensó que nunca llegaría.


BACK TO THE FUTURE

Incunabula (Wax Trax/Warp, 1993).- Puesta de largo cultivada en terrenos del ambient electrónico más submarinista. Prohibido mirarlo por sobre el hombro: esta maravilla se inventa espacios para tantear su propia evolución futura (“Autichre”, “444”, “Bike”), construir números empapados del desesperanzado(r) futurismo de Blade Runner (“Wind Wind”, “Basscadet”), y alumbrar tours de force de un lirismo trágico (“Maetl”, “Eggshell”). Un clásico tecnológico del apartado ambient.

Amber (Wax Trax/Warp, 1994).- La transición a su posterior sonido característico se da aquí. Al tándem Booth-Brown se le escapa el 10/10, pero su accionar es más que sobresaliente. Tras una primera parte sosegadamente densa (condensada en el acrobático registro naif de “Slip”), se produce el paso adelante en el sendero señalado por “Wind Wind” (“Yulquel”, “Further”). Las cumbres se avizoran en “Glitch” (su primer esfuerzo bailable a 33 rpm) y la intensa “Piezo”, donde el dúo baraja momentos de serena quietud con frenéticas rachas dance, acabando por vencer los primeros. Insólitamente, la portada no está trucada: es un paisaje natural (!!!!!!!!).


Tri Repetae (Wax Trax, 1996).- En una “conceptual” jugada maestra, los compadres editan este DIS-CA-ZO por partida doble. El primer CD expone bastante afiatado el envoltorio metal-cibernético que han elegido para su música. Testimonios concisos son las minimales “Dael”, “Rsdio” (se escribe así, por siaca), “C/pach”, el delirante “Eutow” y la lánguida perfección de “Stud”. El segundo CD arropa íntegramente los EPs Anvil Vapre (Warp, 1995) y Garbage (Warp, mismo año) -aunque es más exacto decir que son mini LPs. La excitante profusión de anfetamínicos breakbeats vertebrando la cara más dance de Autechre (“Second Scepe”, “Second Scout”, “Second Bad Vilbel”) saca lote en el sorprendente Anvil... Lo del Garbage va más en la onda de “Bike” y “Eggshell”, subrayando notoriamente el dramatismo/lirismo (“Garbagemx36”, “Vietmx21”, “Bronchusevenmx24”). Épico.

Chiastic Slide (Warp, 1997).- La apuesta por asombrosas rugosidades (“Rettic AC”), la desmañada estática de la radio de onda corta (“Cipater”) y, oh sorpresa, una identificable línea de bajo no precisamente eléctrico o acústico (“Recury”, “Tewe”) dan cuenta del considerable incremento de opciones en la paleta de efectos con que el grupo dibuja/esboza/burila las leyes que rigen sus microcosmos (acaso dominados por geometrías no euclidianas). En esta entrega, signada por el ascetismo y la contemplación, además de exprimir los recursos del ¿estudio de grabación?, hay un libertino deseo de explorar coordenadas ajenas. Esto les comporta una jornada un poco difícil en su frialdad. La inclusión de una ¿canción? como la estupenda “Cichli” -anuncio de lo cerca que está su opus magnum- les hace salir airosos.

LP5 (Warp, 1998).- A todas luces, su momento más notable y uno de los mejores discos de los 90s. Invocando su maquinal parafernalia y agudizando el pesimismo frente a un futuro no siempre promisorio, Autechre perpetra 11/12 temas que ya no dejan dudas sobre la capacidad artística de estos artesanos de la electrónica más rompedora del siglo XX. Develando su faz más derrotista, los ingleses vislumbran el mañana del Hombre lleno de comodidades y adelantos científicos, pero anímicamente igual de trágico que el hoy. Puntos en alto: “Melve” (cajita de música venida de una dimensión paralela), “Drane2” (una explosión de vida acuática que nos reconcilia con nuestra naturaleza), la “industrial” “777”, los buceos cósmicos de “Flod 4, Wrap 5” y “Arch Carrier”, la indispensable “Rae”... Como si escucháramos al metal líquido correr por cañerías de cromo.

Hákim de Merv


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(DE PASADITA)
ESCUCHA EL BASSCAD EP (BASSCADETMXS) (WARP, 1994) AQUÍ

(DE PASADITA)
ESCUCHA EL CICHLI SUITE EP (WARP, 1997) AQUÍ


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1 comentarios:

111 dijo...

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