LAS CRÓNICAS DE CONAN EL BÁRBARO, DE ROBERT E. HOWARD: EL AGRIDULCE SABOR DE LA VICTORIA

24 de octubre de 2014

 

Debe reconocerse que una historia sin héroes es como un árbol sin hojas. Este arquetipo cuenta con sus propias virtudes, pero también con sus propios defectos; para convertir la acción del personaje en una elección más decisiva de la que realmente es. Tomemos como ejemplo al bárbaro, un sujeto tan imponente que se sale de su propia majestuosidad. Sabemos lo que se espera de él: un tanque, una descerebrada montaña de músculos que va arremetiendo contra todo a mandoblazo limpio. Sólo basta ponerle frente a una momia, y no le temblará el pulso al lanzarse contra ella, mientras sus demás compañeros se congelan de miedo. Esta misma determinación le impide huir de un combate por muy mal que se pongan las cosas. La irrevocable consigna es drásticamente vencer o morir.

Los pueblos de la Antigüedad miraban con desdén a sus vecinos. Los clásicos dieron el nombre de “bárbaros” a todos los extranjeros de las regiones fronterizas del Imperio Romano contra los que lucharon -si bien se limita la consideración a los que, ocupando en Europa las regiones al norte del imperio, lo invadieron apoderándose de su parte occidental. Atendiendo a su condición etnolingüística, estos pueblos eran muy diferentes entre sí, pudiendo distinguirse entre sí de los demás miembros de la horda. Para hacer hincapié sobre esta beligerante temática, hacemos un resumen de Las Crónicas de Conan El Bárbaro, la colosal obra de Robert E. Howard -acaso un monstruo de la épica fantástica de inicios del siglo XX.

UN AMOR ENFERMIZO

Robert Ervin Howard nació el 22 de enero de 1906 en Texas (Estados Unidos). Hijo de Isaac Mordecai Howard y Hester Jane Ervin Howard, vivió con su familia en Texas. Robert se volvió adepto al gimnasio y llegó a ser un joven atlético, pero solitario, introvertido y huraño. Por eso tuvo muy pocas amistades, exceptuando las epistolares que hizo entre los escritores del círculo de H.P. Lovecraft -con quienes empezó a cartearse a principios de los 30s. Le interesaban los conflictos entre civilización y barbarie (con una perspectiva nietzscheana de esta última), las teorías geológicas e históricas, la decadencia de las razas y la eugenesia. Desde 1923, empezó a padecer fuertes depresiones e intentó varias veces suicidarse. Hester Jane era una madre sobreprotectora, y la relación entre ellos se hizo muy estrecha.

Howard consagraba su tiempo a la lectura de libros de historia, llegando a hacerse de una notable erudición. Empezó a escribir con quince años, y a los dieciocho vendió su primer relato, “La Lanza Y La Espada”, a la revista Weird Tales. En 1934, ya era el principal autor de esta publicación. Gracias al éxito, pudo establecer un noviazgo con Novalyne Price, una maestra de Cross Plains, pero en 1935 ella lo dejó por uno de sus escasos amigos... el editor de Weird Tales. Luego de este frustrante episodio, Hester Jane enfermó de tuberculosis y la situación económica de la familia estuvo afectada.

Howard creó una pléyade de héroes de la narrativa de ficción, casi siempre bárbaros que llegaban a ser reyes como Kull de Atlantis o Conan el Cimmerio. Aventureros pictos y celtas en la Britania romana, el boxeador Steve Costigan, novelas del oeste estadounidense... Su personaje más importante fue Conan, que el público descubrió en el relato “El Fénix De La Espada” (1932). Pero Howard, además de los personajes de Mak Morn, Kane o Sonja; escribió otras ficciones históricas.

El 11 de junio de 1936, hacia las ocho de la mañana (después de que su madre entrara en coma), Howard se sentó en la parte delantera de su coche y se disparó un tiro en la cabeza. Murió ese mismo día y su madre falleció al día siguiente. Ambos compartieron el funeral y fueron enterrados en el cementerio de Greenleaf. Howard fue caracterizado por el actor Vincent D’Onofrio en la película The Whole Wide World (1996), basada en su aquejada vida (y en el libro autobiográfico de Novalyne Price, interpretada aquí por Renée Zellweger).



NACIDO PARA SER REY

Conan nació en un campo de batalla. Hijo de un herrero de las tierras norteñas de Cimmeria, siendo muy joven tomó parte en el saqueo de Venarium, puesto fronterizo con Aquilonia, uniéndose poco después a una banda de Aesir. En Vanaheim, conoció a un hechicero llamado Shaman, que le mostró una visión del futuro en la que se coronaba rey del más poderoso de los reinos hiborios. Atravesó todas las naciones de la Era Hiboria durante varios años, interfirió en los planes del hechicero estigio Toth-Amón (que fue uno de sus enemigos más peligrosos), y como mercenario en el Mar Interior de Vilayet fue perseguido por los soldados del hechicero Kharam-Akkad -pero salvado por la mercenaria hirkania Red Sonja. Antes de asesinar al hechicero, éste le mostró una visión en la que aparecía representado como un fiero león.

Por lo general, los bárbaros suelen tener mal genio. Llevados por sus instintos primarios y su voluntad de predominar, la experiencia les ha enseñado que cuanto más simple es el plan, más fácil es llevar los ejércitos a la victoria. A pesar de su reputación, estos carismáticos líderes son inteligentes. Su habilidad para saber cuándo y en qué parte situar el terreno del combate, y para mantener un ejército ligero -pero fuerte, con velocidad y capacidad de maniobra- les ha proporcionado el respeto incluso de las mejores mentes militares.

Las historias de Conan el Bárbaro ocurren en la ficticia Edad Hiboria, entre la destrucción de la Atlántida y el ascenso de las civilizaciones conocidas. Ésta es una época específica en un tiempo ficticio creado por Howard para varios relatos de fantasía. Los motivos de la invención de esta época podrían tildarse quizás de “comerciales”, pero recuérdese que Howard tuvo una gran afición por la historia y los dramas. El autor era consciente de las dificultades y el tiempo necesario para un trabajo de investigación, por lo que concibió una “época desaparecida” escogiendo nombres parecidos a los de la historia real -pero evitando anacronismos históricos.

En el puerto de Messantia, Conan se vio forzado a huir de las autoridades y se embarcó en la nave Argos, hacia Kush y los Reinos Negros. La nave fue atacada y hundida por el Tigress (barco pirata al mando de la semita Belit, llamada “La Reina de la Costa Negra”). Ambos se enamoraron, y juntos se dedicaron a saquear las naves de los reinos hiborios durante dos años. Los nativos de las islas Negras lo llamaron Amra, el León, con lo que entendió el sentido de la profecía de Kharam-Akkad. Después del salvaje asesinato de Belit, fue tentado por el mago Zukala, para elegir entre preservar la vida de Red Sonja o recuperar a su amada Belit de la muerte. Conan decidió no sacrificar a la guerrera hirkania.

El Cimmerio fue pirata en las islas Barachanas, capitán de los zingarios, mercenario en Estigia y los Reinos Negros; fue jefe del ejército aquilonio y hecho prisionero por el rey Numedides, al que asesinó posteriormente, proclamándose rey de Aquilonia. Allí tomó por esposa a Zenobia, a quien tuvo que rescatar tras recorrer medio mundo y con la cual tuvo tres hijos: Conn, Taurus y Radegund. Después, tuvo varias aventuras con su hijo Conn, pero tras un tiempo Zenobia murió y, ante el peligro de las Sombras Rojas; abdicó su trono en favor del príncipe Conn, aventurándose hacia occidente en su barco “El León Rojo”, desapareciendo en el mar Occidental.

Conan se rebela contra los hechiceros, al considerarlos artistas que no se basan en el mérito personal, sino en pactos y ayudas sobrenaturales que permiten el dominio de los demás. Se enfrenta con frecuencia a los dioses-demonios que pueblan su mundo, aunque no rehúsa pactar ocasionalmente con algún hechicero o sacerdote que demuestre un comportamiento justo. El dios de los cimmerios, Crom, otorga voluntad y fuerza al ser humano, pero no le concede ninguna otra merced en esta vida ni en el Más Allá.

HÉROE LEGENDARIO

Conan es uno de los héroes más grandes jamás inventados: el bárbaro cimmerio se abre camino con su espada a través de las tierras de la Edad Hiboria y se enfrenta a poderosos hechiceros, a criaturas mortíferas y a ejércitos de ladrones y malvados. En una carrera meteórica que abarcó doce años hasta su trágico suicidio, Robert E. Howard inventó el género que luego se denominó fantasía heroica o “espada y brujería”, del que Conan sigue siendo el máximo exponente. En el volumen Conan El Cimmerio, publicado por la editorial Timun Mas, aparecen los primeros siete relatos del fiero guerrero en sus versiones originales y en el orden en que se los escribió. Ya desde allí, se hace patente que la sed de aventura de este personaje hace que la fuerza de su ataque aumente: su ruido salvaje aturde al oponente, sus mejores aliados son sus armas, y lo único que tiene en mente es la victoria.

Para su impetuosa creación, Robert E. Howard se inspiró en la ruda mentalidad del ciudadano rural del oeste estadounidense, para el cual la ley a veces no siempre es justa ni fácil de entender, sino una compleja trama de la que hábilmente sacan provecho los poderosos. Del mismo modo que los héroes del lejano oeste cumplen objetivos justicieros, aunque a veces sea al margen de la ley y de la religión, Conan vive amoralmente entre pícaros y guerreros -luchando ocasionalmente por lo que él considera justo, sin esperar recompensa por ello. Se trata de un paladín bárbaro, pero no de un salvaje, ya que se da cuenta de los cambios que se producen en la civilización y que en muchas ocasiones considera que ésta es decadente y corrupta (por ejemplo, cuando las leyes apoyan a los poderosos en lugar de servir a la justicia). La única diferencia entre él y el resto de los asesinos de su mundo es su particular sentido del honor.

En 1932, Howard compuso el poema “Cimmeria” y escribió el ensayo “La Edad Hiboria”, aunque no fueron publicados en vida del autor. También se conservan numerosas sinopsis inacabadas de Conan, algunas de ellas publicadas en diferentes colecciones y ediciones, pero terminadas apócrifamente por otros autores. Estos esbozos, fragmentos y resúmenes han sido publicados en la edición crítica que Conan Properties International llevó a cabo con Wandering Star y Del Rey; en su totalidad, y tal y como Howard los dejó antes de morir.

Tal fue la popularidad de este personaje, que debido a la prematura muerte de Howard diversos autores decidieron emprender la labor de finalizar relatos hasta entonces inéditos o inconclusos, o bien escribieron nuevas novelas ambientadas en el universo de ficción que Howard había concebido para Conan. El recientemente fallecido Robert Jordan (creador de la conocida saga La Rueda Del Tiempo) también creó algunas historias para el famoso personaje, también adaptado a varias series de cómics y películas. Libremente inspirado en las obras de Howard, el personaje de Conan ha sido llevado al cine en dos películas protagonizadas por el actor de origen austríaco Arnold Schwarzenegger: Conan The Barbarian (1982) y Conan The Destroyer (1984). Se proyectó realizar además otra película inspirada en el personaje de Howard, que hubiera protagonizado el mismo actor de no haber sido elegido gobernador de California. Con todo, ni siquiera vale la pena mencionar el pálido remake del 2011, muy lejos de lo alcanzado por los dos primeros films.




No cabe duda de que uno de los conceptos más eficaces producidos por el Hombre es el de la “barbarie”. No representa una gran idea (como pueden ser los conceptos filosóficos de “ser”, “esencia”, “alma”, “verdad”, “belleza”, “absoluto”, etc), pero desde tiempos remotos constituye una de las referencias más útiles para designar lo que nos disgusta y nos causa horror o espanto. Se utiliza mucho este vocablo para referirse a todo lo que es bestial, monstruoso, cruel o feroz; aunque en un principio no fuera así. Esa noción negativa a la que se acaba de aludir ha cobrado vigor en los últimos tiempos. Sin embargo, en cuanto a honor y valentía, “barbarie” recupera el matiz primigenio del concepto: un acto deliberado de humanidad, muy frecuente en la sociedad occidental, donde desde niños se enseña a las personas a ser consecuentes consigo mismas y con los demás. Nos referimos a este tipo de barbarie, a esta forma de enaltecer lo humano, que brota de una demanda y un anhelo sincero de alcanzar un fin tan esquivo como la perfección.

Jorge Antonio Buckingham


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